El lunes mi amiga Ayelén me mostró una consola retro que había visto en una publicación: me la mostró en su teléfono, no me lo compartió, ni me etiquetó ni nada. A la tarde me apareció una publicidad de esa consola. Raro.
“Bueno -me dijo mi siempre racional jefe Iñigo Biain-: ustedes dos son amigas y el algoritmo de Facebook podría entender que lo que le gusta a Aye, le guste a Ud. también”. Hm… pasó.
Pero ayer la cosa “escaló”: sólo hablé con otras amigas de la mayonesa Lágrimas del Sol y… ¡adivinaste! Mi feed de noticias de Instagram (de Facebook) me mostró horas más tarde una publicidad de esa marca muy poco conocida y que jamás había visto publicitando en redes.
Cuando busqué el tema en Google me aparecieron otros casos y las correspondientes desmentidas como se puede leer aquí.
En la redacción, las opiniones están dividas: Julieta y Macarena creen en mi teoría conspirativa; Ayelén e Iñigo dicen que son casualidades y otras rarezas que pasan.
Y vos, ¿de qué lado estás? (SU)
Por qué llegué a pensar que Facebook “escucha” lo que digo (¡mayonesa Lágrimas del Sol!)
Ser paranoico no garantiza que te sigan, es verdad, pero esta semana me pasaron dos cosas que me llevaron a sospechar que Facebook no sólo “tracea” mis gustos por los clics que hago sino también… ¡¿por las cosas que hablo?!
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