JULIETA TARRÉS
El Gobierno tomó una medida intempestiva sin advertir que con esa decisión podía profundizar el problema que buscaba solucionar. El objetivo era claro: los cortes populares debían retroceder a los registros de febrero-marzo a medida que fuera aumentando la oferta de lo que se exportaba a China y a Europa hasta el mes pasado. Pero ocurrió lo contrario. En dos semanas los precios promedio de la carne vacuna aumentaron 8% promedio y desataron un conflicto sectorial de difícil resolución.
Anular la medida oficial podría ser el principio de la solución. No hay que ser economista para saber que cuando el Estado interviene un mercado, cualquiera sea, automáticamente altera su dinámica. Con la suspensión de las exportaciones, el Gobierno incentivó a que los productores ganaderos dejaran de vender animales para faenar.
Eso derrumbó la oferta y los carniceros se vieron obligados a corregir sus pizarras: a mayor demanda, cortes más caros.
Los aumentos no fueron parejos: los cortes económicos -que suelen usarse en la cacerola- subieron hasta 15% en el área metropolitana, mientras que los más caros y menos consumidos, apenas 5%.
Los números del IPCVA evidencian esos incrementos; las estadísticas publicadas el viernes muestran lo que los carniceros y matarifes cuentan en off the record. En el último informe de precios del sector se lee: "los cortes de carne vacuna mostraron subas significativas en mayo. Aumentaron 6,1% en promedio respecto de abril". Los datos anualizados superan la inflación promedio.
Esa es la razón por la que el Gobierno está tan preocupado: la carne roja aumentó 76,2% entre mayo de 2021 y el mismo mes del año pasado.
El osobuco está entre los tres cortes que más crecieron en mayo: aumentó 9,9% promedio en un mes ($450 a $500), según los datos del IPCVA. La carne picada común y la tortuguita subieron 8,7% y 7,9%, respectivamente.
"Lo que pasó fue que se acható la diferencia de precios entre los cortes baratos y los más caros. Hoy se consiguen cortes magros, generalmente de mayor precio, por lo mismo que uno popular", dice David Miazzo, economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA).
¿Y EL ASADO?
Según el Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA), en mayo se registró una suba promedio de 5,5% en el precio de la tira de asado comparado con abril. Algo similar pasó con la tapa de asado y con el vacío, ambos aumentaron 4,5% promedio en 80 bocas de expendio en Ciudad de Buenos Aires y GBA.
La tira de asado en la última semana casi no se movió. Al menos eso dicen los carniceros consultados por El Cronista en Colegiales, Palermo, Recoleta, San Telmo y Almagro.
"El asado casi que no se tocó esta semana. Es raro que en un momento así alguien se anime a aumentar el kilo de un corte tan popular. Es un precio vigilante", dice el propietario de una carnicería boutique. Lo que estos empresarios de la carne no aclaran es que mayo esos cortes suelen bajar por la estacionalidad. Esta vez los precios se mantuvieron constantes a pesar de una caída en la demanda.
Paradójicamente, los cortes que más consumen las familias de menores ingresos subieron más que los premium: el roastbeef aumentó 13% ($760 a $880) en los últimos 10 días; la tapa de nalga y la paleta se encarecieron 12% ($710 a $820) en dos semanas; y la palomita subió 11% ($530 a $590) en apenas cinco días.
En cambio, el kilo de lomo se ajustó menos de un 3%. En supermercados y carnicerías de la Ciudad de Buenos Aires se consigue desde $920 y $960. Hace una semana no bajaba de $900. Algo similar pasó con el peceto ($1.400 promedio) y la colita de cuadril ($1.600). En ambos casos los aumentos no superaron el 5% en estos últimos 15 días.
"Eso se explica por la ecuación de margen de cada frigorífico y la integración de la media res que busca colocar cada corte en el mercado que mejor lo paga. Al cerrar la exportación temporalmente, el frigorífico se ve obligado a maximizar el precio", explica Iván Ordoñez, economista especializado en agronegocios.
La rentabilidad que los frigoríficos perdieron con la traba a las exportaciones la intentan recuperar en el mercado doméstico con una suba de precios. Como los consumidores no están dispuestos a avalar precios más altos por los cortes magros, cae la demanda y las carnicerías ajustan los que hasta ahora no habían ajustado tanto.
La campaña electoral obligó al presidente Alberto Fernández a poner la lupa sobre un alimento icónico como es la carne. Fue así como el Gabinete económico se obsesionó con un seguimiento compulsivo de los precios en la industria cárnica, capaz de generar u$s 225 millones de ingresos por exportación en un mes, mientras que las frutas y las verduras aumentaban a una velocidad superior: 80% en el último año, según estimaron consultoras privadas. Es que se trata de un sector mucho más atomizado y difícil de controlar.
La Argentina debe ser el único país del mundo en el que la ensalada se encarece más que la carne. Según datos del Instituto de Estadística y Censos (INDEC), en abril los principales incrementos se observaron en la naranja (432%), el limón (243%), la batata (210%), la cebolla (204%), la manzana (106%), el zapallo (95%) y la pera (76%). La lechuga se encareció 18% en 30 días y el kilo de tomate redondo, que debería haber bajado por estacionalidad, se mantuvo en los mismos precios que el mes anterior.
Antes de cerrar las exportaciones de carne por 30 días, integrantes del gabinete económico se cansaron de explicar que para retrotraer los precios de los cortes populares a niveles de marzo debían obligar a los frigoríficos a que vendieran en el país lo que usualmente se embarca con destino a China o a mercados europeos.
Diez días después y con un lockout ganadero de por medio, algunos funcionarios reconocen por lo bajo que se equivocaron: el efecto de la medida fue exactamente el opuesto. Y lo que es peor, el mayor impacto lo sufrieron los más pobres, que hoy se conforman con un caldo porque ya no hay carne suficiente para hacer puchero o guisos en comedores del Conurbano.