Nelio Pignatta llegó a Pilar con la posibilidad de comprar una estación de servicio. Años después, fundó una empresa que le permitió ampliar las posibilidades de crecimiento. Además de vender combustible, incorporó servicios vitales para el agro, como los fertilizantes y las semillas.
En 54 años, pudo incorporar seis estaciones de servicio YPF (distribuidas en Pilar, Río Segundo, la capital provincial, Oncativo y la autopista que une la ciudad de Córdoba con Villa María).
Fundador del Grupo Pignatta, este nieto de inmigrantes italianos pudo sumar servicios para la agroindustria, como combustibles, lubricantes, agroquímicos, fertilizantes y semillas.
Esposo de Mirtha y padre de Mariano, Mauricio y Marcos, Nelio reconoce en esta entrevista que se encuentra en un momento de querer delegar. Sin embargo, apuesta a nuevos desafíos. Haciendo un balance sobre el camino recorrido, reconoce que “sin las personas, uno no puede hacer nada”, rindiendo culto así a los casi 160 empleados que colaboran en su empresa.
–¿Qué puede contar de sus orígenes?
–Yo era muy pegote de mi padre. Él me hablaba mucho de mis abuelos que habían venido de Italia. Mi papá era productor agropecuario y un empresario sindicalista que defendía el cooperativismo.
–¿Cuándo surge su inquietud por el rubro?
–Cuando era chico, tenía creo que ocho años y vivía en James Craik. Todos los domingos íbamos a comer a la casa de una familia amiga que tenía varios hijos, uno de ellos de mi edad. Siempre tenía lindos juguetes. Me acuerdo que en su pieza tenía una estación de servicio chiquita, que era una réplica del Automóvil Club Argentino (ACA). Creo que de ahí nació mi idea de tener una estación de servicio.
–¿Cuál fue su primera estación?
–Cuando terminé la secundaria, me fui a Córdoba a estudiar. Quería ser escribano. Entré con uno de los mejores promedios, pero tuve que dejar. Comencé a trabajar en camiones, transportando combustibles. Y ahí surge la posibilidad de abrir la primera en Tancacha. El nombre era Isaura. Por entonces ya me había casado con Mirtha y nos habíamos ido a vivir ahí.
–¿Cómo terminó en Pilar?
–Mi hermana era cajera. Una vez apareció un señor de Pilar y le dijo que había ahí una estación de servicio sin terminar que se vendía. Fuimos un sábado a verla. Estaba sobre la ruta 9 vieja, al lado de una plantación de moras. El dueño nos dijo: “Cómprela. La van a pagar de a chirlitos”. Y así lo hicimos. Vendimos la casa natal de mis padres en Oliva, los autos que teníamos como taxis, nuestros ahorros y una bicicleta. Pagamos el 50% y el resto en cinco años. Hoy mirando para atrás, creo que pagué una fortuna.
–Pero estaba en un lugar estratégico
–Sí, en ese tiempo, la ruta nacional 9 era más que la autopista ahora. Porque todo el tráfico de la fruta que venía del norte, como limones y naranjas, pasaba por ahí. No fue fácil. Toda la familia trabajó, desde la parte mecánica hasta la playa. Pero creo que todo se alineó para que las cosas salieran bien.
–Dicen que es un rubro complicado…
–Sí porque interviene mucho la política. Estamos inmersos en un negocio donde a veces los precios se planchan. Y ahí los márgenes de ganancias de achican. En otras ocasiones hay faltantes. Hay gente que lo entiende y otra que cree que estamos especulando. No es nuestro caso. Pasamos por momentos en que el combustible aumentaba todos los meses y siempre entregamos todo. Nunca tuvimos la idea de especular porque sabemos que el cliente es para toda la vida.
–¿Cómo se surfean esas olas?
–Uno puede tener una idea política pero no mezclarla en el negocio. Creo que querer torcer el rumbo de algo, cuando uno no puede, no está bien. Si un gobierno actúa mal y uno se quiere poner en contra, no me parece razonable. Tuve una relación excelente con todos y muchas veces me sorprendí. No todo es tan malo ni todo es tan bueno. Además, me han tocado cosas muy buenas con partidos que no son afines a mi idea política y al revés. No se puede hablar de uno o de otro sin tener un conocimiento profundo de lo que está pasando.
–Después de Pilar, ha sumado otras estaciones de servicio. ¿Cuándo fue el momento de achicarse?
–Uno de los momentos más difíciles fue en 2000. Un día nos llegaron 220 cheques rebotados. Antes teníamos mucho plazo para comprar combustible pero, medio de golpe, ese plazo se cortó y fue muy difícil recoger el barrilete. Muchos transportes quebraron, otros se fueron del negocio. Nosotros pudimos salvarlo porque teníamos una reserva y la pusimos toda ahí.
–La empresa tiene cerca de 160 empleados. ¿Qué es lo que más valora del recurso humano?
–Tengo la idea de que, sin la gente, uno no puede hacer nada. Nosotros tenemos colaboradores que entraron a trabajar muy jóvenes y ahora son parte de la administración. Que quizás ingresaron para aprender y hoy son personas de mi extrema confianza. Creo que si las personas hacen las cosas bien y tienen la conciencia tranquila, eso hace que uno confíe. Además tenemos un departamento de recursos humanos que nos ayuda siempre.
–¿Cuáles son sus próximos desafíos?
–Bueno, de un tiempo a esta parte, vengo delegando bastante. Sobre todo en mi hijo menor. Me quedé como asesor de la empresa, ayudando en lo que puedo. Ahora estamos apuntando a las energías renovables, asesorándonos con expertos en el tema. Tenemos la idea de seguir creciendo en un rubro que, aunque es complicado, debido a la cantidad de años que tenemos en la zona, siempre nos ha ido bien. Y por eso estamos más que agradecidos.