Los Valé, dos generaciones de expertos en bulones (desde hace 35 años)

Los bulones vienen en diferentes medidas, con rosca gruesa o fina, acerados o no acerados. En la Bulonera M.S. los conocen a todos, y se dedican a comercializarlos desde hace 35 años.

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Allá por el año ‘83, don Eduardo Valé comenzaba a darle vida a su negocio en la calle Rondó e Independencia. Se trataba de un lugar estratégico de venta, porque estaba cerca de una estación de servicio. Un par de años más tarde, junto a su mujer, compraron una casita y les pareció que era una buena idea ampliarla y hacerle algunas refacciones para instalar allí el local. Desde ese entonces y hasta ahora, la Bulonera M.S. funciona en la Catamarca 1193, esquina Virgilio Tedín.

“Las siglas M y S que están en el nombre de la bulonera son las iniciales del nombre de mi hijita, María Soledad, que falleció cuando tenía un año y medio. Después de ella, con mi mujer tuvimos todos hijos varones. Creo que María Soledad nos trajo mucha suerte”, contó Eduardo en diálogo con IN Salta.

Con el cambio de ubicación, se perdieron algunos clientes pero llegaron otros. Muy pronto don Valé conquistó a los mecánicos de la zona con sus buenos precios y variedad de productos; así que fue cuestión de tiempo que los muchachos se hicieran habitués de la bulonera.

“Cuando estábamos más cerca de la estación de servicio, vendíamos más filtros, lámparas y correas; pero cuando nos vinimos a la Catamarca, en los ’90, nos centramos en el rubro de bulonería y diversificamos esa oferta de productos”, recordó don Eduardo.

Después de atravesar la crisis del 2001, el negocio alcanzó cierta estabilidad y se mantuvo con firmeza. No fueron tiempos fáciles pero el apoyo de la familia, lo hizo más llevadero. “No podría haber hecho nada sin mi esposa, ella fue siempre nuestra asesora espiritual. Silvia trabajó muchos años en un banco y eso nos ayudó un montón porque conseguíamos buenas líneas de crédito a largo plazo. Después de salir, venía a ayudarme, atendía al público, se ocupaba de la limpieza y llevaba la administración; porque aparte es muy buena para los números”, agregó Eduardo.

La nueva generación

Desde muy chicos los hermanos Valé han incursionado en el rubro de la bulonería. Era común verlos jugando con las herramientas y corriendo entre las estanterías, pero lo que comenzó como un hobby, para dos de ellos se convirtió en un trabajo fijo.

Cristian Valé fue el primero en incorporarse y aprenderse la ubicación exacta de los bulones más pedidos por los clientes. Recién hace tres años y medio que Alfredo, el mayor, también participa en el negocio familiar.

 “Crecí escuchándolo vender a mi papá, así que no fue tan difícil comenzar a atender el negocio. Al principio me costó un poco lo de los proveedores, porque había muchas listas y productos con códigos. Pero después ya me lo memoricé. Es un trabajo mental”, dijo Alfredo a IN Salta.

Ambos se ocupan de atender al público, reponer los productos, acomodarlos, rotularse y reubicarlos. Aseguran que en sus largas caminatas por los laberintos de estanterías, siempre se encuentran con bulones y herramientas que están desde que comenzó el negocio; incluso algunas pertenecen a fábricas que ya cerraron y que ellos guardan como una reliquia.

Actualmente, el trabajo de don Eduardo consiste en controlar la mercadería cuando llega, confirmar la recepción, pasar las facturas, llevar la contabilidad del negocio al día, pagar las cuentas y hacer depósitos en los bancos. “Los problemas que puedan llegar a surgir en la bulonera, se quedan ahí adentro cuando lo cerramos. Tratamos de que ninguna preocupación laboral se cuele en nuestras reuniones familiares. Además, como se trata de un negocio familiar, no hay presión entre nosotros, no hay competencia. Cada uno cumple su función y vamos para el mismo lado, siempre”, contó don Valé.

Después de varios años de experiencia, los Valé ya están entrenados para adivinar “el coso del cosito” que algunos clientes solicitan en el mostrador sin tener ni la más mínima idea de lo que fueron a comprar. Al local no sólo entran los mecánicos, sino también los padres de familia y las señoras que vienen con un papelito en el que tienen anotado el pedido.

“Creo que siempre vuelven a comprarnos porque los atendemos con mucha paciencia y respeto. Con algunos ya tenemos confianza, así que siempre nos hacemos bromas o nos invitamos a comer. Con los años, se va haciendo como una gran familia”, contó Eduardo.

Lo mismo pasa con los proveedores con quienes han forjado una amistad muy fuerte, así que nunca falta un asado en sus reuniones de negocios.

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