El informe señala que los hidrocarburos han sido históricamente un pilar fundamental de la economía argentina, tanto por su aporte fiscal como por su impacto en la balanza comercial. No obstante, años de caída en la producción y un creciente nivel de importaciones debilitaron al sector, profundizando la restricción externa y elevando el costo fiscal derivado de los subsidios energéticos.
La recuperación comenzó con fuerza a partir de políticas públicas como el Plan Gas.Ar y la reactivación de la actividad no convencional, principalmente en Vaca Muerta. Desde 2017, las inversiones acumuladas en el desarrollo del shale oil superaron los 35.000 millones de dólares, lo que permitió revertir la tendencia negativa en la producción.
De acuerdo con la CEPH, la magnitud de los recursos no convencionales, particularmente en la Cuenca Neuquina, permite por primera vez en la historia garantizar el autoabastecimiento energético y abrir la puerta a exportaciones sostenidas de hidrocarburos a largo plazo.
Este horizonte prometedor, sin embargo, se enfrenta a un contexto global complejo. La transición energética y la presión por reducir las emisiones de carbono ponen un límite al crecimiento futuro de los combustibles fósiles. En ese escenario, el gas natural aparece como una opción estratégica, por ser considerado un “combustible de transición” con menores emisiones contaminantes que el carbón.
La CEPH plantea que para aprovechar esta ventana de oportunidad es imprescindible una reforma normativa que incluya precios domésticos alineados con los valores internacionales, contratos de exportación a largo plazo, y mejoras en el acceso al Mercado Único y Libre de Cambios (MULC) para repago de deuda, compra de insumos y distribución de utilidades.
Además, el informe destaca la necesidad de nuevas leyes que impulsen sectores estratégicos como el GNL (gas natural licuado) y la industria petroquímica, fundamentales para maximizar el valor agregado y ampliar la capacidad exportadora.
El estudio elaborado por la cámara empresaria plantea dos escenarios posibles de aquí al año 2030. En uno, denominado reformista, con reglas claras y un entorno favorable, la producción de petróleo podría superar el millón de barriles diarios y la de gas alcanzar los 240 millones de metros cúbicos por día. Esto permitiría alcanzar exportaciones por unos 25.000 millones de dólares anuales.
En el otro escenario, llamado inercial, sin cambios regulatorios relevantes, el crecimiento sería limitado, con un superávit comercial que no superaría los 5.100 millones de dólares al año. Esta proyección resalta la importancia de actuar con decisión en el corto plazo.
El documento enfatiza que los hidrocarburos pueden ser una herramienta clave para aliviar restricciones estructurales de la economía argentina, generar empleo de calidad, captar inversiones y promover una transformación productiva de largo plazo.
Por eso, concluye la CEPH, es fundamental establecer una estrategia de desarrollo sostenido con enfoque exportador, que contemple claridad normativa, condiciones atractivas para los inversores y acceso fluido a las divisas.
El potencial está disponible y las condiciones geológicas son favorables. Lo que falta, aseguran desde la entidad, es un entorno normativo que acompañe y potencie el desarrollo del sector. La decisión, sostienen, es política y debe tomarse pronto para no desaprovechar una oportunidad única.
Argentina, con Vaca Muerta como estandarte, podría posicionarse en la próxima década como un actor relevante en el mercado energético global. Pero el tiempo, advierten, es limitado.
Argentina podría alcanzar un superávit energético de US$ 25.000 millones anuales (según la CEPH)
La Cámara de Empresas Productoras de Hidrocarburos (CEPH) publicó un informe en el que subraya el potencial energético de la Argentina y afirma que el país tiene una oportunidad histórica para convertirse en un gran exportador de petróleo y gas. Para alcanzar ese objetivo, advierten, será clave avanzar en una reforma integral del marco regulatorio vigente.
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