A diferencia de las alarmas convencionales, barreras infrarrojas, barreras de microondas, censores de movimiento, cables microfónicos etc. que se activan una vez que el intruso está adentro, los cercos eléctricos constan de un tendido de cable de acero y un electrificador que transmite pulsos de alto voltaje, pero bajo amperaje que al ser tocada genera un doloroso choque eléctrico que aturde al invasor.
Al no ser una corriente continua no es letal. El sistema es un escudo que disuade y evita el ingreso de intrusos a su propiedad. Adicionalmente, cuenta con una batería que garantiza su funcionamiento ante eventuales cortes de suministro eléctrico. También cuenta con un sistema electrónico de monitoreo que activa una sirena en caso de que alguien toque o trate de cortar la alambrada y un discador telefónico (opcional) que llama hasta cinco números pre-programados. Asimismo se utilizan carteles que advierten de la presencia del alto voltaje.
Los cercos eléctricos perimetrales amenazan el negocio de las alarmas (desde $ 6.000 por única vez)
En el último año los clientes de D-Fence, una de las referentes del mercado en cercos eléctricos perimetrales, se multiplicaron por 500%, lo que indica, no sólo la existencia de una demanda, sino además que ésta es cada vez mayor. En primer lugar, hay que decir que se trata de un producto totalmente legal, ya que la descarga eléctrica no es letal, sino que genera un dolor que aturde al invasor. Además, al contacto se activa una alarma, que también contribuye a ahuyentar al supuesto ladrón. El producto cuenta con certificación de Normas ISO 9001 y el aval de la Asociación Electromecánica Argentina. ¿Precios? Depende de dónde se quiera ubicar el cerco y las características del lugar, pero arranca en los $ 6.000. A eso hay que sumarle unos $ 180 de mantenimiento y recambio de batería cada dos años aproximadamente.
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