La historia comienza el 3 de febrero de 1852, cuando el país rompe su polarización con la mítica batalla de Caseros. Juan Manuel de Rosas, al mando de la Confederación Argentina, es derrotado por el Ejército Grande liderado por Justo José de Urquiza, por lo que renuncia como Gobernador de Buenos Aires y se exilia en Gran Bretaña. La noticia llega a Córdoba y, entre manifestaciones que suspenden varias sesiones, finalmente el 26 de febrero la Honorable Sala de Representantes de la Provincia de Córdoba nombra a Urquiza como “Ilustre Libertador y Benemérito General”.
En aquel entonces, la provincia era gobernada por el rosista Manuel “Quebracho” López, quien ante la derrota del caudillo bonaerense cambia su discurso para caer bien parado en el escenario político. El unitarismo cordobés rechazaba la permanencia de los federales en el gobierno provincial y el giro ideológico debilitaba a López.
El historiador Roberto Ferrero, presidente de la Junta Provincial de Historia de Córdoba del año 2000, cuenta que “Urquiza le mandó un diplomático, Don Bernardo de Yrigoyen (quien años después sería fundador de la Unión Cívica Radical). Yrigoyen recorría las provincias para lograr la adhesión de los caudillos que habían gobernado con Rosas. Él le propuso a López que designara como ministro de Gobierno a un rosista tibio, el doctor Clemente Villada Achával”. Sin embargo, López no acepta, renuncia y el 16 de abril pone en su lugar a su hijo José Victorino y establece como ministro de Gobierno al Dr. Alejo Carmen Guzmán.
Por esos días, la casa de Manuel Esteban Pizarro, que se encontraba frente a la actual Plazoleta de la Merced, era punto de encuentro para planear la destitución de José Victorino y su padre, que se encontraba enfermo. Entre los conspiradores estaban Manuel Lucero, Tomás Garzón, Silverio Arias, Manuel Antonio de Zavalía, Luis Montaño, Aurelio Piñero y otros ilustres cordobeses.
Rápidamente las autoridades gubernamentales descubren el complot, por lo que Pizarro decide adelantar el movimiento, un 27 de abril de 1852: “Ese día se produce la revolución, o mejor dicho, el golpe de Estado de los liberales unidos a federales democráticos no rosistas, contra el gobierno de los López. Acompañaban `lopistas´ que se habían beneficiado con el gobierno y que a último momento cambiaron de camiseta, entre ellos Augusto López fundador del barrio General Paz”.
Salen de sus casas civiles armados y militares desde la Plazoleta de la Merced y suben por la Calle Ancha (actual Vélez Sarsfield) hasta el Cuartel de los Cívicos, lugar encargado de la custodia local. La horda toma el lugar para asegurarse de que nadie pueda combatirlos. Luego, se dirigen a la Casa de Gobierno, ubicada en la moderna Plazoleta del Fundador detrás de la Iglesia Catedral. La escolta del gobernador se niega a bajar las armas, y se toma el lugar por la fuerza, secuestrando en el proceso a José Victorino. Posteriormente, se trasladan a la casa particular de los López y aprisionan a de Don Manuel “Quebracho”.
El por entonces ministro de Gobierno Dr. Alejo del Carmen Guzmán, con temor a ser apresado, se refugia en la Iglesia y Convento de San Francisco. El 28 de abril, un día después, los golpistas y los federales lopistas lo entrevistan para darle el título de Gobernador Delegado. “Creía que lo iban a detener, pero le dijeron `No, venimos a designarlo gobernador”.
“Con la caída de los López regresan liberales y unitarios exiliados como el Dr. Enrique Rodríguez, gobernador de Córdoba de 1874 a 1877 y exiliados federales, porque como `Quebracho´ respondía a Rosas había federales doctrinarios que no aceptaban la tutela de Buenos Aires”, ilustra Ferrero. “A partir de allí, en la provincia se forman el Partido Constitucional (federales) y el Partido Liberal se divide en el Partido Autonomista, reacio al centralismo porteño, y el ala mitrista del comerciante De La Peña. Los enfrentamientos entre los bandos son frecuentes, hasta que Juárez Celman es gobernador de la provincia y Roca presidente, donde el liberalismo adquiere un tinte nacional que va del interior al puerto, y no al revés como lo establecía el régimen mitrista”.
Desde entonces, la ex calle de la Alameda, hoy “27”, estuvo presente en la creación de la Plaza Italia en 1982, observó las numerosas mutaciones del Paseo Marqués de Sobremonte, albergó a turistas y ciudadanos que se acercaban a deslumbrarse con la Iglesia Catedral y llegó al cielo con la construcción de la Torre Ángela en 1983.