Atilio Cavalletti (aporta el “Cava”) y Miguel Cicolini (suma el “lini”) son los socios fundadores de Cavalini, una barbería y club de caballeros reconocida en Rosario que ahora abrió su primera filial en Córdoba asociados con Pablo Gampel.
“Recuperamos viejos valores: el trato respetuoso, la amabilidad y un servicio de barbería y peluquería para caballeros que se sientan incluidos en esta propuesta”, explica Cicolini, un empresario rosarino que toma este emprendimiento sin los apremios por facturar, llegar a un punto de equilibrio y recuperar la inversión.
“Si me preguntás cuánto invertí te digo: muchísimo, casi un año pensando la idea y la decoración, muchos viajes y tiempo sin mi hijo”, dice para remarcar que no es la ecuación monetaria lo que más valora. A simple vista y en un cálculo rápido, se nota una inversión que supera ampliamente los $ 10 millones.
El espacio incluye siete sillones de barbería, mesas para tomar un café (pero no funciona como bar) y una amplia barra de licores varios. Con el primer ingreso y corte en Cavalini se puede aplicar a una membresía (sin cargo) para pertenecer a este club de caballeros.
Los precios de los cortes y servicios son “normales”, quizás un poco más caros: “Si querés escuchar reggaetón y ver revistas Gente viejas mientras esperás tu turno, este no es tu lugar”, ejemplifica Cicolini mientras de fondo suena música de jazz. En el salón también hay un piano.
Cavalini trabaja -preferentemente- con turnos previos que -además- duran una hora, porque allí las cosas suceden con calma y cortesía.
Como barbería y peluquería de la boda de Leo Messi en Rosario, el Instagram de Cavalini tiene el privilegio de ser unas de las 200 cuentas que sigue el 10 del Barcelona que -a su vez- es seguidos por 100 millones de personas en el mundo.
“Los otros días vinieron un padre y un hijo y mientras el padre se cortaba el pelo, el hijo se sentó en la barra a tomar algo. Escucha la música y me pregunta: “¿Quién canta?”. Frank Sinatra, le digo. “Está bueno”, me dice y estoy seguro que no lo había escuchado cantar nunca y que por eso no sabía que le gustaba. Ahí está el espíritu de Cavalini”, resume Cicolini.