"Soy, básicamente, un facilitador de negocios. Yo soy un lobista". Así se define Matías Franco en la serie aunque -estrictamente- mezcla "profesiones": el lobby gestiona determinados intereses, informa a las partes o públicos sensibles en el tema, pero no genera -per se- negocios.
En la serie que finalizó anoche en TV abierta (y que es un éxito en el circuito On Demand y Flow de Cablevisión), Franco intercede frente a legisladores y funcionarios ejecutivos para lograr el tratamiento y aprobación de marcos regulatorios que permitan el desarrollo de negocios.
Siempre atentos a la requisitoria periodística, los RR.PP. consultados coinciden en una afirmación: ninguno vio completa la serie -dicen- pero todos están al tanto de cómo se mueve Franco y del daño que esta caracterización hace a la profesión.
"Creo que es un personaje lleno de estereotipos y no me parece en nada parecido al trabajo que hace un lobbista como profesión. El lobby lleva información a quien toma la decisión, pero lo que hace el personaje es unir puntas y hacer negocios, lejos de la tarea de un lobbista bien entendido", analiza Pablo Marcó, hoy en Nissan y con pasado en tabacalera Nobleza Piccardo, Arcor y Aerolíneas Argentinas.
Aunque tampoco se "prendió" a El Lobista, Ignacio Viale (padre) considera que el lobby "es una actividad lícita que tendría que tener una reglamentación que tampoco debiera ser tan estricta que lleve a que muchos sigan andando por la banquina. Creo hay que mirar lo que se está haciendo en otros países". En esa eventual reglamentación, Viale imagina un rol muy activo del Consejo Profesional de Relaciones Públicas.
Precisamente, esa institución que preside Cattoni resalta que "el modo en que se desempeña ese personaje dista muchísimo de lo que desde el Consejo Profesional de Relaciones Públicas promueven, una gestión ética y transparente de los intereses con el objetivo de colaborar con la generación de políticas públicas eficientes".
Sin embargo, Cattoni admite que "el estreno de la serie brinda la oportunidad de abrir un espacio de diálogo sobre una de las disciplinas centrales de nuestra profesión como es la gestión de intereses ante autoridades de gobierno y referentes políticos".
Definido como "el conjunto de esfuerzos de individuos, de organizaciones y de grupos de interés para influenciar decisiones del sector público", el lobbying o gestión de intereses es una actividad legal.
Marcando diferencias con los territorios que recorre el personaje de De la Serna, Cattoni aboga por "una regulación de la actividad que permita brindar transparencia y que colabore con brindar visibilidad a las gestiones con un registro de audiencias tanto en el Ejecutivo como en el Poder Legislativo (como lo que propone el proyecto de ley vigente presentado el 19 de abril de 2017 en la Cámara de Diputados por la Secretaría de Asuntos Políticos e Institucionales del Ministerio del Interior de la Nación).
¿Existen los Matías Franco?
"Quilombos tienen los giles y los ambiciosos; yo soy un lobista", dice Franco en un capítulo, antes de meterse en verdaderos problemas, precisamente, por ambición.
"No conozco a nadie que haga lo que hace el personaje de Rodrigo de la Serna", toma distancia una consultora de RR.PP. que prefiere opinar en off.
Con contactos fluidos en el periodismo, la justicia, legisladores, funcionarios y hasta en la AFI (la exSide) a la que perteneció en algún momento, Matías Franco no suena a un personaje precisamente inverosímil en el mundo de los negocios, aunque sí las circunstancias de la trama y el discurso de una serie lleven a estereotipar situaciones.
Dedicado a su trabajo y siempre pendiente de su celular, el lobista de la ficción cierra su temporada con imágenes que alientan a una nueva saga. Al fin y al cabo, deberá seguir trabajando porque -como dice su partenaire y competidora circunstancial en la tira, Natalia Ocampo (Leticia Brédice): "Algunos creen que para que un negocio salga bien hay que tener suerte. La suerte es para los vagos, para los que no se esfuerzan".