De todos modos, su aplicación no está supeditada al espacio público. En una vivienda es posible apostar un mecanismo de traslado vertical sin que ello implique hacer engorrosas tareas de instalación.
Ideal para salvar desniveles son las plataformas verticales, que a diferencia de un ascensor residencial hacen tramos cortos (de 1m hasta 3m) y funcionan con un sistema hidráulico que evita ruidos molestos; son sencillas de manipular -a través de un tablero que funciona con un motor trifásico- y permite el traslado de una persona en sillas de ruedas o dos personas (según el modelo soporta alrededor de 100 y 200 kilos). Además las electroválvulas controlan la velocidad y dan seguridad.
El diseño de la cabina puede ser exclusivo o bien elegir la estándar de chapa perfilada de 1,30m de alto por 0,90 de ancho por 1,10 de largo, piso de chapa estampada o de goma y una puerta de 1,20 con cierre eléctrico.
La instalación se puede ejecutar en una semana más o menos y requiere una bajo recorrido de 30 cm. Por el momento se consiguen en Buenos Aires y los comercializa Asytec a 50 ó 60 mil pesos (material y mano de obra). Hay que sumarle los viáticos del instalador en caso que sea necesario.
Sube y baja con un botón
(Por Sara Bongiovanni) El tema de la accesibilidad ha cobrado importancia con el tiempo, y en los últimos años ha generado un fuerte compromiso, sobre todo porque está vinculado directamente con la inclusión social. Las rampas en las esquinas, los pasamanos en las escaleras y -ahora en permanente crecimiento- las plataformas verticales, que se instalan en los ingresos a los edificios, instituciones bancarias, educativas, o locales con gran afluencia de público.