Apenas de regreso de la gira europea que emprendieron con el presidente Alberto Fernández, el canciller Felipe Solá y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, comenzarán a delinear el viaje que emprenderán el miércoles 12 de febrero a Brasil junto con el embajador designado, Daniel Scioli, que ya avizoran concentrado en la agenda económica y comercial, evitando así roces en la esfera política.
La semana próxima ocurrirá el primer encuentro cara a cara entre figuras del gabinete de Fernández y de su homólogo brasileño, Jaír Bolsonaro, tras una etapa de tensión entre ambas figuras, con sobresaltos durante la campaña electoral en la Argentina y continuos exabruptos del excapitán del Ejército.
Sin más, este martes Bolsonaro aseguró que "en la Argentina tienen un gobierno socialista", y criticó el pago de la doble indemnización que la administración Fernández estableció por decreto a pocos días de ingresar a la Casa Rosada.
Con casi ninguna coincidencia en la esfera del diálogo político, los tres funcionarios argentinos apostarán a revitalizar el comercio bilateral, que se contrajo 8,8% según el relevamiento de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC).
De acuerdo a los datos publicados por el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Brasil, en enero se registraron intercambios por u$s 1342 millones, que en la comparación interanual implicaron una reducción del 16,8% en las exportaciones hacia Brasil, que totalizaron u$s 662 millones, y un leve incremento (0,7%) de los envíos desde el vecino país, que alcanzaron los u$s 680 millones.
Solá tuvo una videconferencia con su contraparte brasileña en diciembre.
Aunque los industriales de ambos lados de la frontera están interesados por recuperar el comercio bilateral, añorando los volúmenes de intercambio de los gobiernos de Cristina Kirchner y Lula Da Silva, ambos gobiernos chocan a la hora de discutir el rumbo que debe adoptar el Mercosur, lo que empantana el diálogo.
La unión aduanera adoptó un perfil netamente comercial durante la gestión compartida de Mauricio Macri y Bolsonaro, en detrimento de su rol como plataforma de cooperación y diálogo a nivel político. Con apetito por nuevos mercados, la Argentina y Brasil arrastraron a sus socios menores, Paraguay y Uruguay, a emprender el cierre de las negociaciones con la Unión Europea (UE) otorgando concesiones en sectores sensibles. A su vez, Brasilia quiere revisar el Arancel Externo Común (AEC) y bajar las barreras a las importaciones.
Ahora, la gestión de Fernández pretende rever el principal acuerdo alcanzado con un mercado de 500 millones de consumidores, que equivale al 16% del Producto Bruto Global. El presidente puso reparos al pacto comercial, aunque matizó sus quejas al verse con la canciller Ángela Merkel en Berlín.
Por el contrario, el flamante embajador ante el Mercosur y la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), Mariano Kastelboim, ha sido más rotundo en su apreciación al sostener que el acuerdo "es el acta de defunción de la industria nacional". Su designación no cayó bien a los demás miembros, habida cuenta su perfil heterodoxo, que contrasta con las posiciones más liberales del resto de los gobiernos.
Desde Asunción, el canciller brasileño Ernesto Araújo reforzó junto con su contraparte paraguaya, Antonio Rivas, la intención de adaptar el Mercosur a su faceta "más económica y empresarial", y convertirlo "en foco de atracción de inversiones extranjeras".