El Impuesto a las ganancias suele ser caracterizado como el más progresivo de los impuestos, porque grava la plusvalía de los que obtienen más renta cada año. Sin embargo, no siempre es así.
A pocas semanas para que se produzca el vencimiento de las declaraciones juradas de personas humanas, se pueden ver casos de contribuyentes que pagarán el Impuesto a las Ganancias a pesar de que en 2018 resultaron perdedores.
Las siguientes son algunas situaciones injustas.
Debajo de la línea
Es el caso de una familia tipo (dos adultos y dos hijos) que tienen su domicilio en la ciudad de Buenos Aires.
En diciembre de 2018, para estar por encima de la línea de la pobreza, necesitaban, aproximadamente, $ 40.000 de ingreso por mes.
Ese cálculo surge de sumar la canasta básica de diciembre ($ 25.000) y un alquiler promedio (entre $ 10.000 y $ 15.000), que no está contenido en esa canasta básica total, indicó Ezequiel Passarelli, de la consultora SCI Group.
Passarelli ejemplificó con un ingreso proveniente del trabajo de uno de los adultos que es profesional autónomo (contador, abogado, etc.).
En 2018, a partir de los $ 27.000 pesos, esa persona paga Impuesto a las Ganancias.
Es decir que, si esa persona, que sostiene a su cónyuge y dos hijos, gana $ 30.000 por mes, estaría por debajo de la línea de la pobreza, pero, igualmente, pagaría Impuesto a las Ganancias , enfatizó Passarelli.
Y si fuera un empleado, en lugar de un autónomo, empezaría a pagar Impuesto a las Ganancias a partir de los $ 39.000 por mes de sueldo.
Por lo cual, nuevamente, a pesar de ser considerado pobre (por estar debajo de la línea de la pobreza), se ve obligado a pagar Impuesto a las Ganancias, expresó Passarelli.
Perdí plata
- El caso de los plazos fijos:
Como ejemplo, Passarelli tomó el caso de un plazo fijo en pesos cuya tasa efectiva anual durante todo 2018 fue del 40%.
Si se compara contra la inflación minorista (del 47,6% en 2018), perdió por 7,6 puntos porcentuales.
Y, si se contrasta el plazo fijo contra el aumento del dólar, que pasó de $ 18,549 a $ 37,50; es decir una apreciación del dólar de 102,17%, el contribuyente perdió por 62,17 puntos porcentuales.
Sin embargo, a pesar de perder por mucho contra la inflación y por mucho más contra el dólar, se ve obligado a pagar impuestos, subrayó Passarelli.
Tomando el caso de una persona que tenía como único ahorro $ 500.000 y lo depositó en un plazo fijo en pesos, como vimos, a pesar de perder dinero, tendrá que pagar aproximadamente $ 7.000 de Impuesto a las Ganancias dentro de pocos días, precisó.
- El caso de los bonos, agravado por los bonos extranjeros:
La Ley del Impuesto a las Ganancias sobre la renta financiera no permite "mezclar" los intereses con el resultado por la compraventa de los bonos.
Eso significa que, si compramos un bono a $ 1.000, cobramos $ 100 de intereses, pero, finalmente el bono bajó de cotización a $ 700: a pesar de haber perdido $ 200 en total (perdimos $ 300 por la baja en la cotización y ganamos $ 100 de intereses), tenemos que pagar impuesto por los $ 100 de intereses, dijo Passarelli.
En 2018, de manera particular, los bonos argentinos bajaron mucho de valor, añadió el especialista.
A raíz de ello y, después de muchas críticas, el Gobierno, excepcionalmente, permitirá diferir en el tiempo el pago del impuesto sobre los intereses y lo permitirá exclusivamente para este año que pasó y solo para bonos argentinos (no del exterior).
En definitiva, no se ha corregido la injusticia en materia de bonos.
Simplemente se ha puesto un parche para este año que pasó, permitiendo "patear" un poco el pago del impuesto y únicamente en el caso de los bonos del país, no del exterior, opinó Passarelli.
Si se trata de un bono del exterior, por el cual una persona perdió dinero, pero cobró algo de intereses: pagará impuesto, a pesar de haber perdido.
En el caso de que se trate de un bono argentino: también pagará impuesto a la renta financiera , a pesar de perder, pero, lo podrá diferir al próximo año.
¿Un descuido?
La variable más sensible del país es el dólar.
Todos los sectores de la economía miran la cotización de la divisa y, ante cualquier duda, se vuelcan a comprar dólares.
Todos los gobiernos han tratado torcer esta tendencia y desalentar la compra de dólares, para que el dólar no eche leña al fuego de la inflación, manifestó Passarelli.
Lo curioso es que, cuando se creó el impuesto sobre la renta financiera hubo un "olvido" muy grande: no se gravó la tenencia de dólares en cabeza de las personas.
En definitiva, se terminó motivando a la gente a comprar dólares (no se paga impuestos) y desalentando a la gente a ahorrar en pesos.
Como conclusión, se castiga con impuestos lo que se debería premiar (ahorrar en pesos) y se premia sin impuestos lo que se debería desalentar (ahorrar en dólares), concluyó Passarelli.