Los demócratas lograron el control de la Cámara de Representantes, aunque resignaron bancas en el Senado que quedó en manos republicanas. La defensa del sistema de salud propuesto por Barack Obama y el rechazo al discurso anti inmigración fueron las claves de la elección que marcó un avance del ala más progresista del partido opositor.
El presidente Donald Trump resignó poder y tendrá una segunda mitad del período con mayores dificultades para gobernar, aunque pudo sostener el control del Senado lo que le evitará males mayores -como un proceso de impeachment que necesita mayoría especial justamente en esa cámara-.
El partido demócrata logró superar el número mágico de 218 legisladores –cuando faltan asignar 23 bancas que alargarían la cifra a cerca de 230- y arrebató el control al bando republicano que perdió de 26 escaños. En el Senado, en tanto, la victoria del “Gand Old Party” se debió más a la cantidad de bancas demócratas en juego. De las 35 que estaban en cuestión, el partido opositor ponía en juego 26 y retuvo 24. Así la paridad de 50 a 50 se rompió y Trump contará con la mitad del Capitolio a favor que –al menos- frenará cualquier intento de avance contra él.
Eso no quiere decir, sin embargo, que el histriónico presidente no haya salido golpeado de la disputa. Las encuestas que se realizaron durante la votación a boca de urna marcaron claramente la intencionalidad del electorado. La mayor parte de la población votó pensando en el mandatario y el resultado marca que en mayor proporción la posición es negativa. Pero fue el mismo presidente quien se expuso así ya que se puso la campaña al hombro y fue la imagen del partido por todo el país. El twitter de Trump, felicitándose por el triunfo demasiado temprano, habló por si sólo de esa tendencia a exponerse de más.
La elección marcó un punto de quiebre en el panorama político del Estados Unidos, aunque no tan profundo como los demócratas hubieran querido, sobre todo por su ala más progresista que salió fortalecida de la disputa.
Alta participación y diversidad
La concurrencia a las urnas fue alta, al igual que el envío de voto anticipado, lo que marcó un gran interés en la contienda electoral para un comicio legislativo. Trump, al parecer, no pasa desapercibido ni para bien, ni para mal y arrastró a una población reacia a expresarse.
Los estadounidenses votaron, además, mayor diversidad que nunca para su Congreso. Habrá más mujeres, más negros y hasta un musulmán. Rashda Tlaib será el primer Congresista de esa religión. Jared Polis, el primer gobernador –por Colorado- abiertamente homosexual del país y Alexandria Ocasio Cortez, en tanto, se convirtió en la diputada más joven de la historia. Con 29 años representará a la zona más popular de Nueva York.
Más allá de estas novedades y de una polarización más radicalizada que en el pasado, no hubo grandes sorpresas. El partido republicano se volvió a hacer fuerte en las zonas industriales cercanas a los grandes lagos y en las zonas más rurales del país, mientras que los demócratas volvieron a mostrar gran fortaleza en los grandes centros urbanos a ambos lados de la costa.
Para las gobernaciones, en tanto, pasaron al bando “azul” nueve estados. Eso quiere decir que habrá paridad con 25 gobernadores por bando.
El estado de Florida, uno de las claves de la elección, volvió a mostrar una extremada paridad, con una leve ventaja republicana. Allí, a pesar de que la previa daba como posible ganador al demócrata Gillum, Ron de Santis se impuso por apenas 1 punto porcentual.
En Kentucky e Indiana, Estados del centro industrial estadounidense, los partidarios de Trump también lograron victorias claras, con números que rondaron el 60%.
La clave, una vez más, fueron los dos grandes polos demográficos. La gigantesca California y la Costa Este con Nueva York a la cabeza dieron el salto al partido azul.
Trump deberá negociar. Un arte al que es poco propenso. Pero los estadounidenses lo obligaron a eso.
Equilibrio de poderes
Al acercarse la elección, Trump endureció su retórica sobre temas que atraían a sus principales seguidores conservadores, lanzando advertencias sobre una caravana de migrantes centroamericanos que se dirigen hacia la frontera con México y condenas a las "turbas" liberales estadounidenses.
Los demócratas acudieron en masa a mostrar su desaprobación a la retórica divisiva y políticas sobre temas como la inmigración y su prohibición de viaje que pesaba sobre varios países de mayoría musulmana.
El equilibrio de poderes podría obligar a Trump a centrarse en temas con respaldo bipartidista, como un paquete de infraestructura o protección contra incrementos de precios de medicamentos con receta. También pondrá a prueba la capacidad del Presidente de acordar, algo en lo que ha mostrado poco interés en los últimos dos años en que los republicanos controlaron ambas cámaras del Congreso.
La pérdida de poder probará además el control político del mandatario sobre sus correligionarios de la Cámara de Representantes.