Alejandro Amado tiene 30 años. Es estudiante de economía en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Y aunque momentáneamente la carrera está en pausa, señala que va a terminarla, ya que solo le falta aprobar diez materias.
En 2020 su vida tomó un rumbo inesperado: pasó de ser un simple aficionado a los juegos en red a convertirse en un gamer profesional que ayuda a otros jugadores a avanzar en sus partidas y a armar equipos de alto rendimiento. En la ciudad de Pilar, a donde vive, dice que es el único que trabaja de esto.
Su aventura comenzó en 2018 con un juego en línea llamado World of Warcraft (creado en 2004). Se trata de uno de los juegos de rol masivos más populares del mundo. Lo que inicialmente era un pasatiempo, se transformó después en algo más serio. Para ello debió convertirse primero en un especialista.
Durante los primeros días de la pandemia, Alejandro comenzó a “trabajar de jugar”, como le gusta decir. Un miembro de un equipo lo contactó para cubrir a un jugador que se había retirado. "Lo tomé como que iba a hacer lo mismo que venía haciendo: jugar", comenta. Sin embargo, la sorpresa vino al recibir su primer pago: 250 dólares por dos semanas de trabajo.
Esto lo llevó a replantearse su futuro. La pandemia había obligado a las universidades a adoptar clases virtuales, y Alejandro no estaba conforme con su experiencia académica. Decidió, entonces, poner en pausa su carrera y dedicar más tiempo a su nueva ocupación. "Este trabajo me solucionó un problema que venía arrastrando desde hace tiempo: la búsqueda de empleo", explica.
“Soy como un encargado de recursos humanos”
El trabajo de Alejandro consiste en reemplazar a jugadores que, por diversas razones, no pueden seguir avanzando en el juego y también en guiar a otros. Dice que su rol es similar al de un encargado de recursos humanos, gestionando equipos de jugadores y asegurándose de que cada grupo funcione de manera eficiente. Con la explosión del gaming durante la pandemia, su clientela creció exponencialmente. "Fue una locura. Muchísima gente volvió al juego y había clientes esperando", comenta.
Sus clientes logran, entre otras cosas, avanzar en el juego y obtener mejores equipamientos para sus personajes, lo que les permite ser más poderosos. Sin embargo, no todos ven su trabajo con buenos ojos. "Hay quienes se enojan con nuestros servicios porque creen que algunos jugadores logran cosas por otros. Yo no los juzgaría", dice.
A pesar del éxito, reconoce que este tipo de trabajo tiene sus desventajas. "Crecieron los ingresos y bajaron las horas de sueño junto con mi salud mental", confiesa. Llegó a trabajar entre 12 y 15 horas diarias, pero asegura que aún disfruta del juego, aunque ahora lo ve más como un trabajo que como un hobby.
Alejandro trabaja desde su habitación, que ha ido adaptando con el tiempo. Comenzó con un escritorio básico, pero hoy cuenta con una silla gamer, pantallas más grandes y una computadora mejor equipada.
¡Más de un millón!
Su jefe es un inglés que lleva la contabilidad y la administración del equipo, además de marcar el cronograma diario de trabajo.
Su ingreso mensual varía, pero en un mes malo puede ganar alrededor de 700 mil pesos, mientras que en un mes bueno sus ingresos pueden duplicarse. Con lo que gana, le alcanza para vivir bien. Y marca una ventaja: “Puedo retirar la plata cuando la necesito”. En rigor sus clientes le pagan con “oro” dentro del juego y luego su jefe lo convierte en dólares.
A pesar de que la relación laboral es precaria —cobra por horas trabajadas y no tiene beneficios como vacaciones pagas—, Ale se ve trabajando en esto durante los próximos años. "El juego seguirá vivo y la gente seguirá jugando", asegura.
Alejandro, el gamer que empezó jugando por diversión, ha encontrado una manera de vivir de su pasión, aunque reconoce que este trabajo puede ser solitario y sedentario. A pesar de todo, se siente bien con su vida. "Me gustaría ver a mis compañeros de trabajo en persona, pero así también me alcanza", concluye.