Santiago, Ignacio y Tomás son tres jóvenes de Río Segundo que comparten el gusto por vender. Por sus edades, 21, 22 y 23 años respectivamente, integran el grupo social conocido como generación Z (nacidos entre 1997 y 2012). Son audaces, proclives a entender la tecnología y las redes sociales, son comprometidos y suelen buscar un equilibrio entre la vida social y el trabajo.
Hace seis meses estos tres amigos dieron un paso difícil: movidos por el deseo de progresar, formaron una sociedad, y le dieron vida a MCL. Se trata de la única concesionaria de autos de la región atendida exclusivamente por “zetas”, en un negocio que habitualmente dominan “los más grandes”.
Astutos, ahora están transformando esa “debilidad”, en un diferencial, en una fortaleza. Son de la nueva escuela: por eso participan de capacitaciones, de cursos y hasta trabajan con una consultora y a veces los asesora una psicóloga. Todo un cambio de paradigma.
“Queremos estar bien preparados. Para nosotros la formación es imprescindible. Y es clave descubrir para qué somos buenos cada uno de los socios. Estamos en eso, descubriendo nuestros talentos”, dicen.
Aun así, reconocen que mucho de lo que aprenden se los aporta el día a día y, en algunas ocasiones, otros colegas. “Si te mandas una macana, aprendes”, señala Igancio Loguercio Girotti (22).
Apenas abrieron se les presentó el primer desafío: ganarse la confianza de los clientes, especialmente de los más grandes. “A veces les hace ruido que alguien mucho más joven los pueda asesorar. Desconfían y por eso nos hacen muchas preguntas”, cuentan.
Santiago Ceballos (21) aporta una mirada alentadora. “Nos estamos ganando esa confianza. Lo notamos porque cada día llegan nuevos clientes recomendados por otros que ya pasaron por acá”.
Y suman un valor de la marca. Aunque pueda sonar a frase hecha, aseguran que no les interesa únicamente vender. “Realmente queremos asesorar bien a los clientes para que hagan un buen negocio. La idea es priorizarlos al ciento por ciento”, coinciden.
Antes de ser MCL
Aunque son muy jóvenes, antes de formar MCL todos tenían experiencia en venta de autos. Vendían en la calle.
Como otros, comenzaron ofreciendo el auto de un familiar o el de un amigo, hasta convertir ese “hobby” en sus trabajos.
“De chico, en mi casa, a mi vieja le vendía el lavarropas u otras cosas”, recuerda Ignacio. Y añade: “Me gusta vender, me gusta estar con la gente, me gusta hablar”.
Además de aptitudes para vender, materializar el sueño de tener su propia concesionaria implicó otros desafíos. Elegir el lugar, y montar allí el negocio.
Ellos mismo participaron de la construcción del local. “Cavamos, pusimos ladrillos…tuvimos que aprender algo de albañilería”, dicen ahora orgullosos. Se pasaron meses ahí, hasta ver el final de obra. A simple vista, la concesionaria se parece a un boliche.
Tomás Massa (23) dice que de chico siempre soñó con tener algo así.
Apoyados en el local físico, pero con la mirada puesta también en las redes sociales, MCL ofrece una gama variada de vehículos. Dicen que no excluyen marcas ni modelos, pero eso sí, todos tienen que estar en buen estado.
“Hacemos mucho hincapié en redes. La gente está conectada. Si no hay alguien mayor, está el hijo o el nieto”, dicen.
Además, ofrecen servicio de lavadero y venta de cubiertas. “En una segunda fase queremos anexar venta de repuestos básicos”, señala Tomás, que es martillero público.
Otro sueño, confiesan, es abrir una sucursal de MCL en otra ciudad. Y ya están dando el primer gran paso: imaginarlo.