Asistí a una conferencia en el Colosseum del Caesars Palace, un impresionante teatro para shows internacionales que fue -también- epicentro del SAP Ariba Live, el motivo principal de este viaje.
Perdí 20 dólares en un par de tragaperras. Sin saber el oficio y sin vocación, simplemente puse el dinero, apreté un par de botones, llegué a estar con 31 en la cuenta y luego puf… todo desaparició. ¿O no se trata de eso?
Caminé -contados por un sensor- más de 25 kilómetros por la Strip: un día para el norte, otro para el sur, un día de ida y vuelta. Nada como ir de a pié para saborear una ciudad, ¿verdad? (me faltó energía para llegar a pie hasta el Stratosphere, el hotel donde me alojé en mi primer viaje y que “corona” la Strip al norte
Ví -de nuevo- el show de aguas danzantes en el Bellagio: impresionante, emotivo siempre.
Caminé por la locura freak y de Fremont Street y me tomé unas cervezas con los colegas de prensa de latinoamérica (y me quedé con ganas de hacer la tiroteas que une de punta a punta la calle).
Entré al increíble hotel Luxor: al principio pensé que la construcción interna en forma de pirámide era una escenografía, hasta que caí en la cuenta que ese son los pisos con las habitaciones.
Visité de nuevo el Venetian y su increíble plaza San Marco interna (no hice -y no me atrae, creo- el paseo en góndola).
No me casé vestido de Elvis ni fui a la tienda Bonanza, la más grande en mercahndising. Sí fue a un Apple Store (muchísimo menos congestionados que los de Miami) a ponerme al día en tecnología de la manzanita.
Compré algunos regalos en la tienda de Coca-Cola (increíble en su merchandising), con la botella de esa marca más grande del mundo en la entrada.
Me quedé con ganas de ir al Museo (o Cementerio) del Neón e ir a una práctica de tiro que -dicen- son muy emocionantes para los que nos gustan esos “fierros”.
Fui al Museo Madame Tussauds de muñecos de cera: al principio me pareció desabrido, pero fue in-crescendo y al final me encantó. Nota mental: hay que ir acompañado para las fotos.
Dí la “vuelta al mundo” en la gigantesca rueda que permite una vista única de la ciudad: lo hice de día y me quedé con las ganas de hacerlo de noche.
No fui (y me arrepiento) a las montañas rusas del Circus Circus y del New York New York (para hacer esas cosas me tengo que acoplar al coraje de un compañer@ de viaje.
No volví a sobrevolar el Gran Cañón (lo había hecho la otra vez) y me quedé con ganas de un paseo en helicóptero.
No fui a los outlets premium (no me apasiona eso, excepto que sean de electrónica) ni encontré el mítico cartel “Welcome to Fabulous Las Vegas” (¿estará al ingreso por autopista?)
Me alojé (por casualidad y suerte) en un impresionante penthouse del Caesars Palace: un departamento de 250 m2 con tres baños, mesa para 8 personas, living para otros tantos, un TV de 70 pulgadas. Sin dudas la habitación más cara donde estaré en mi vida. O no… ¿quién sabe qué del futuro, verdad?