De chica solía jugar a los experimentos. Juntaba los sapos que se caían a la pileta y probaba con ellos distintos ungüentos, para ver si esas sustancias surtían efecto.
Otro día ponía los porotos a germinar y se fascinaba al ver crecer los primeros brotes verdes.
Si alguien le preguntaba qué quería para Navidad, la pequeña de aquel entonces contestaría sin dudar: un kit de tubos de ensayos para hacer sus pruebas.
Viviana Re nació en Río Segundo y se mudó, a los 6 años, a Buenos Aires por logística familiar. Su papá era empleado de Cargill y su puesto le valía una especie de “pase libre” al laboratorio de la empresa, donde se experimentaba con semillas, especialmente de maíz.
En la fábrica también había una granja. Cada vez que nacía algún animal, le avisaban enseguida, entonces llegaba fascinada a recibir la nueva especie del corral.
Más tarde regresaría a su ciudad natal, se recibiría de bioquímica, haría un doctorado y un posdoctorado en virología, pero ya llegaremos a eso. El propósito de esta nota es destacar su labor en pandemia, trabajo que fue reconocido la semana pasada por el Ministerio de Salud de Córdoba. Esta profesional formó parte de la mesa chica que analizaba datos en base a la evidencia y así se definían políticas públicas durante la pandemia.
Llegó a procesar cinco mil muestras en un día, en pacientes que tenían un diagnóstico sospechoso de Covid-19. Y colaboró en el armado de un laboratorio público que evaluó el avance del Sars-Cov-2 en sus distintas olas. Este es su recuerdo de aquellos tiempos convulsivos.
Un virus emergente
Viviana regresó a Río Segundo cuando tenía 12 años. Al terminar la secundaria, estudió Ciencias Químicas en la Universidad Católica de Córdoba, donde se recibió en 1997.
Se orientó por la virología, gracias a la inspiración de su profesor Osvaldo Elbarcha, y dio sus primeros pasos en esa disciplina al ingresar al Instituto de Virología José Vanella de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba.
“Fui muy bien recibida por Marta Contigiani, que era la directora en ese momento del Vanella. El instituto forma a la mayoría de los virólogos de Córdoba y también del país. A través de ella conseguí una beca y me fui al Instituto Oswaldo Cruz de Río de Janeiro”, cuenta.
En ese entonces estaban en auge los descubrimientos en torno a la hepatitis C, que había sido descubierta en 1998. Con el apoyo de su familia, Viviana obtuvo su doctorado en Ciencias de la Salud, con mención en Biomedicina y en 2006 rindió un posdoctorado en Virología Médica con una beca de Conicet.
Los virus y sus mutaciones captaron por completo su atención, sin sospechar que años más tarde entraría en escena un nuevo agente infeccioso que desataría una crisis mundial.
Por las calles desiertas
Cuando en marzo del 2020, el presidente Alberto Fernández dictó el aislamiento social obligatorio, no había un alma en la calle. Viviana y sus compañeros se propusieron adecuar el laboratorio del Instituto Virológico para comenzar a procesar muestras de Covid-19.
“Me acuerdo que entramos con Sandra Gallego, investigadora del instituto, a un supermercado que estaba vacío. Ella pagó con su tarjeta un freezer porque teníamos que armar el laboratorio. Salimos por todas las facultades a recolectar material y pudimos reacondicionar las instalaciones para garantizar el aislamiento de las muestras”, recuerda Viviana.
Aquel año fue convocada por la entonces secretaria de Prevención de la Salud –hoy ministra– Gabriela Barbás, para integrar una mesa de trabajo con distintos investigadores, científicos y fuerzas de seguridad. “Todos podíamos opinar. Entonces se tomaban las medidas de salud pública en base a la evidencia. La Provincia y la Nación financiaron investigaciones y algunos nos dedicamos al diagnóstico. Se trabajó muy bien”.
Viviana fue asesora técnico-científica en el Área Diagnóstico de Covid-19 en el entonces Centro de Operaciones (COE) y monitoreó el avance del virus en las distintas olas.
“De repente nos encontramos pipeteando cinco mil muestras por día. Los virólogos que se animaban a detectar covid llegaron al laboratorio. Fueron tiempos intensos”, recuerda como si pareciera mentira.
La investigadora fue reconocida por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Córdoba, junto con algunas compañeras, por su rol como “mujeres en la ciencia”. La semana pasada, el Ministerio de Salud provincial encabezó un acto en el instituto, en el cual distinguió con una placa la labor de todo el equipo en pandemia.
Cuando mira hacia atrás, la pandemia le parece un tiempo lejano. Tan lejano como cuando jugaba en la piscina de su casa a encontrar sapos para su próximo gran experimento.