Cuando Nicolás García se enteró que la empresa donde trabajaba iba a abrir el retiro voluntario, se fue corriendo a avisarle a su hermano Alexis. No es que corriera demasiado, en realidad estaban a unos metros de distancia. Era entonces julio del 2014 y los mellizos preparaban la retirada de la empresa donde habían trabajado diez años.
Aunque reconocen que estaban muy cómodos (buenos puestos y sueldos), sabían que era el momento de despegar. Era tiempo de salir de la zona de confort. Respiraban aires de cambio. Pero como todo en la vida, algunas señales eran positivas y otras hacían pensar dos veces. Por un lado, la indemnización era doble. Por otro lado, no había garantías de que el nuevo emprendimiento saliera bien.
“Ese año, yo cumplía 30. Me fui de la fábrica y a los dos meses nació mi primera hija. Si hoy me preguntás, ni loco me arriesgo. Me quedo donde estoy. El sueldo era bueno, el laburo era espectacular. Era una zona de confort real porque en veranito tenías aire acondicionado, en invierno la calefacción. En la oficina, café. Pero el bichito de querer irnos nos salió de adentro y aquí estamos. Ya vamos por el segundo local comercial”, cuenta Nicolás.
Los inicios
En agosto los hermanos se fueron de la empresa. Nicolás dejó de pagar por seis meses la obra social. El proyecto original era montar un maxiquiosco, pero el dueño pedía una cifra irrisoria. Entonces surgió Ferretería García: ellos ya tenían experiencia en insumos y conocían el rubro. Su padre había tenido durante 36 años un taller de chapa y pintura. Sin embargo, al principio, desconocían los pormenores de la construcción. Los jeroglíficos de los listados que conforman los plomeros y los electricistas al hacer una casa de cero.
“Los dos primeros meses encaré solo el comercio porque mi hermano se había quebrado la tibia y el peroné jugando al fútbol. Cuando arrancamos en octubre del 2014, la plata no nos había alcanzado ni para selladores de silicona. Si un cliente me lo pedía, salía corriendo a buscarlo en otro lado y se lo entregaba”, cuenta Nicolás.
Hasta que se hicieron duchos en el rubro, los hermanos fueron aprendiendo a través de un catálogo que tenían en las estanterías. “La primera ferretería era muy chiquita y austera. Cuando un cliente llegaba con el listado, íbamos rápido al fondo y me fijaba qué era una unión doble, por ejemplo. Y así fuimos aprendiendo para qué sirve cada cosa”.
El boom de la construcción
Durante los tres primeros meses, todos los ingresos fueron a parar al local. Y en los tres meses posteriores, muy poquito ahorro quedaba.
Cuando llegó esa crisis sin precedentes llamada “pandemia”, estalló el boom de la construcción.
“La gente se quedaba en casa y no tenía otra cosa para gastar más que en arreglarla. Entonces venían y nos preguntaban qué podían llevar. Y ahí nos hicimos fuertes. Asesoramos de acuerdo con el uso y el bolsillo de cada uno”.
En enero, mudaron una de sus dos sucursales a un local mayor, en calle Marconi 1050, Río Segundo. Sumado al comercio de Perón 741 (sobre ruta 9) son dos los puntos de venta, más un depósito en San Juan 843. Además de insumos para electricidad y plomería también se ofrecen electrodomésticos.
A Ferretería García la conforman un grupo de amigos que se juntan de vez en cuando a jugar al fútbol. Con dos puntos de venta y un depósito, los hermanos se sienten hoy satisfechos. A esta altura del partido, valió la pena el intento.