En la Nación de los mil y un impuestos (Argentina) el ciudadano está acostumbrado a la idea de que si algo aumenta o es caro, algun impuesto han aumentado -o creado-. Y la leche es uno de esos productos, donde cada aumento nos asombra aún más, pese a que sepamos que la endeble economía argenta hace que cada tanto, producir en este país se vuelva una misión imposible.
Pero como esto es un cadena que va desde el productor a la heladera de las familias, no falta el actor de algún eslabón que -a veces- busca sacar una vil ventaja, subiéndole un par de dígitos al precio final.
Para desmitificar y aclarar dudas, la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) lanzó su último informe acerca de cómo se va formando el precio de la leche a lo largo de esta cadena. Con ello busca contribuir a la transparencia e identificar quién y cuánto participa en cada uno de los eslabones que moldean el precio de los alimentos.
Quién se lleva cuánto
“Desde que la leche sale del productor hasta que le llega al consumidor, el precio se multiplica 3,22 veces”, explica Natalia Ariño, economista de FADA. Algo que se puede observar en la imagen de arriba, donde a lo largo de la cadena, ese precio se va componiendo por los costos (72%), los impuestos (26,8%) y el resultado (1,2%).
“Un ítem muy importante que cambió la composición del precio de la leche fue la reimposición del IVA a la leche, que se había reducido al 0% y subió nuevamente en enero al 21%. Así, los impuestos recuperan la participación”, declara David Miazzo, economista jefe de FADA.
Según indica este último estudio, de acuerdo a INDEC, la leche registró un precio promedio de $ 57,41 en febrero y se va formando de la siguiente manera: el tambo representa el 30,2% ($ 17,35) del precio, la industria el 27,4% ($ 15,72), el comercio el 15,6% ($ 8,96) y el Estado el 26,8% ($ 15,39).
¿Pero cómo se llega a ese precio?
Para entender la formación del precio de la leche se debe analizar lo que sucede con el consumo interno de este producto en Argentina. Algo no muy alentador ya que el consumo de lácteos cayó un 6% en 2019 respecto al año anterior, dada la crisis y por consecuencia la disminución del poder adquisitivo de la población.
Según el Observatorio de la Cadena Láctea (OCLA), el consumo per cápita en 2019 alcanzó el nivel más bajo desde 2003, con 182 litros anuales, representando una caída del 3,8% respecto 2018.
Así, tomando las variables de precio, el productor tambero recibió $ 17,84 por litro de leche vendido. En dólares, el productor recibió en febrero por litro de leche US$ 0,28. La relación se mantuvo relativamente estable si se lo compara con un año atrás, pero con una caída del 12% si se lo compara con febrero de 2017 (US$ 0,31).
La industria adquiere la leche a $ 17,84, que tiene costos por $ 14,70 e impuestos por $1,59 $/litro, por lo tanto sale de la industria con un precio de $ 35,15.
El comercio compra la mercadería al precio que vende la industria láctea a lo que se le suman $ 9,96 de costos de estructura, transporte y costo laborales, además de pagar impuestos por $ 3,34, obteniendo una pérdida de -$ 1. El precio de salida de la leche en el comercio es de $ 47,45 que con el IVA (21%) por $ 9,96, llega a un precio al consumidor final de $ 57,41 el sachet de leche.
Como en informes anteriores de FADA, el sector comercial sigue registrando pérdidas en el sachet de leche de -$ 1 por unidad, pero solo en ese producto. Así lo asegura Ariño, explicando que “al ser un producto de primera necesidad, es un bien de atracción o “gancho” para el comercio, que luego compensa con otros productos de la cadena láctea”. Es decir que la ganancia llega a través de los otros productos derivados de la leche como manteca, queso, yogures, etc.
Hacia el interior de los costos de la cadena, el flete representa el 7,6% del precio final y los salarios el 21,81%. Para el precio relevado de febrero ($ 57,41), del precio que paga el consumidor por el sachet, $ 4,34 son fletes y $ 12,52 son salarios.