En su adolesencia Héctor Emaides no era un rugbier típico: aunque se entrenaba como cualquiera, los compañeros no tardaron en detectar que sus gustos musicales y literarios eran "extravagantes", al menos para los que hacían el scrum del ACV.
Así rápidamente le empezaron a decir -en vez de Héctor- "perro verde" y más tarde simplemente "perro". Cuando abrío su mítica disquería Mussnack, la gente prefirió abreviar y decir: "vamos a lo del Perro". Así, Emaides se rindió a la fuerza de la costumbre y se asumió como un auténtico ejemplar canino dentro del zoológico de apodos que pueblan Córdoba de la Nueva Andalucía.
Años más tarde conoció a otro espécimen de su raza, el Perro Santillán, el líder popular del norte argentino que también fue jugador de rugby y con el que -sacando cuentas- alguna vez jugaron uno contra otra, perro contra perro. Vueltas de la vida...