El Gobierno argentino decidió poner paños fríos a la intención sincerada por los presidentes del Brasil y el Uruguay de reanudar el ritmo de negociaciones comerciales que el Mercosur venía tejiendo antes de la irrupción de la pandemia de coronavirus con otros bloques y países, pero que la Argentina rechaza por considerar nocivas para el entramado productivo local y por los desequilibrios que podría acentuar en una economía endeudada y con problemas en la balanza de pagos.
El miércoles de esta semana, el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou visitó a su par del Brasil, Jaír Bolsonaro, y allí acordó impulsar un nuevo intento por avanzar en la flexibilización del mecanismo de negociación de acuerdos comerciales que suponen la concesión de preferencias (rebajas) arancelarias a cambio de mejores condiciones de acceso a otros mercados.
Lo que Bolsonaro y Lacalle cuestionan -y el paraguayo Mario Abdo Benítez comparte- es la obligatoriedad de negociar los tratados comerciales con la aprobación de todos los socios, con la consecuente necesidad de consenso unánime para lograr los acuerdos. Tal como habían comenzado a explorar a fines de 2019, estos países quieren echar por la borda la famosa resolución 32/00 del Mercosur y negociar a su propia velocidad sin tener que esperar la venia de los demás gobiernos.
En este mundo multilateral y cada vez más globalizado, nuestro destino común nos exige unirnos más que nunca para afrontar ese desafío.
— Alberto Fernández (@alferdez) July 2, 2020
El Mercosur es nuestra oportunidad de construir un mundo más equilibrado y una América Latina con más oportunidades. No la dejemos pasar. pic.twitter.com/x9aSLkcnbc
Sin embargo, el gobierno de Alberto Fernández detuvo ese cambio de estrategia ni bien se sentó a la mesa de negociación, a comienzos de 2020. La pandemia y el cierre prácticamente total de las economías en abril del año pasado le dio al Gobierno la excusa perfecta para detener las negociaciones que brasileños, paraguayos y uruguayos, en un contexto de suma incertidumbre, querían concretar lo antes posible.
El pasado 16 de diciembre, Alberto asumió la presidencia rotativa de la unión aduanera y planteó su ambición de crear "un Mercosur distinto", convertido en "nave insignia del desarrollo sustentable, la innovación tecnológica y, sobre todas las cosas, de la inclusión social".
En ese sentido, la Argentina no tiene apuro por reanudar discusiones con Canadá, Corea del Sur, el Líbano o Singapur. Lo más aventurado fue avanzar cautelosamente en la ratificación de los acuerdos ya rubricados, con la Unión Europea (UE) y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA).
Por el contrario, Fernández apunta este semestre a lograr el acceso pleno de Bolivia al bloque y potenciar el rol politico y social del bloque, lo que va contra el perfil netamente económico que el resto de los socios pretendían darle.
El próximo 26 de marzo, Fernández se verá cara a cara con sus pares, Bolsonaro, Lacalle Pou y Abdo Benítez, y se descuenta que el acto con motivo de los 30 años del Mercosur, en Puerto Iguazú, los cuatro jefes de Estado pasarán revista del mecanismo de integración y el carácter que sus naciones quieren imprimirle en adelante.