En el imaginario popular, el rey Salomón, último monarca del Reino de Israel, es considerado el sumun de la sabiduría. Su capacidad para dar consejos y resolver conflictos era reconocida y convocaba a viajeros que se trasladaban cientos de kilómetros para buscar su palabra. Incluso la RAE incluyó el concepto “salomónico” en su diccionario, refiriéndose a una decisión o sentencia que satisface parcialmente a todas las partes involucradas. Sin embargo, el hijo de David no tenía la misma habilidad a la hora de tomar decisiones para sí mismo. Por esta razón, el científico especializado en conducta Igor Grossmann acuñó el término “la paradoja de Salomón” para referirse a la capacidad de las personas de dar mejores consejos a los demás que a uno mismo.
“Aconsejar a una persona sobre qué hacer y luego tomar tus propias decisiones parece ser lo mismo, pero no lo es”, afirma el psicólogo especializado en management Adam Grant, en diálogo con Business Insider. El experto, que se desempeña como profesor en la escuela de negocios Wharton, explicó: “Cuando brindás un consejos estás viendo el problema a través de un telescopio, entonces ves el panorama general y te enfocás en los dos o tres criterios que son importantes. En cambio, cuando tomamos una decisión para nuestra vida, tendemos a mirar el conflicto a través de un microscopio”.
Para probar su teoría, Grossmann elaboró un experimento en el que convocó a personas que hayan estado en una relación amorosa larga. A los de un grupo se les solicitó que recordaran una situación en la que su pareja los haya engañado, mientras que los demás tuvieron que compartir una historia en la que sus mejores amigo hayan sido los engañados. Luego, todos respondieron una serie de preguntas con las cuales se evaluó su capacidad para elaborar un razonamiento sabio sobre qué futuro tenían esas relaciones después del conflicto. Con esto, Grossmann probó que la distancia psicológica del problema les permitía a las personas brindar un razonamiento que no fuera egocéntrico.
Según Grant, una de las técnicas más utilizadas para poder convertirse en tomadores de decisiones eficientes es desarrollar heurísticos, una especie de atajos mentales para el pensamiento. “Hay decisiones que si tuviéramos que pensarlas todos los días otra vez nos paralizarían”, señala. Para el autor de “Dar y recibir: un revolucionario acercamiento al éxito” –Give and Take: A Revolutionary Approach to Success– esto también pueden ser un arma de doble filo: “Podemos decirnos a nosotros mismos: ‘Todos los expertos suelen tener razón’ y así no tendremos que analizar un montón de decisiones en las que ya existe la opinión de un experto. Pero se vuelven un problema si las sobreaplicamos”.