Es una idea que surge en contraposición a quienes están a favor de prohibir cualquier actividad que tenga impacto ambiental. Y en la economía actual, todas la tienen.
Sirva un ejemplo para explicarlo: la minería. No hablo de trabajos mineros a cielo abierto con soluciones cianuradas para obtener algo totalmente improductivo como el oro - estoy en contra de eso, valga la aclaración- sino de cualquier actividad minera.
Todos vemos los beneficios de tener calles asfaltadas, teléfonos celulares que funcionan con baterías de litio o de aumentar la productividad de los suelos cultivables gracias a los minerales extraídos de las montañas.
Negarse a TODO TIPO de explotación minera sería volver a calles de tierra, no concebir las comunicaciones como ahora o retrotraerse a la economía pastoril.
El argumento "no me importa donde pongan el basural pero que lo lleven lejos de acá", el cual es repetido por muchos vecinos (incluido alguno que comenta dicha nota) carece de racionabilidad porque en poco tiempo estaríamos discutiendo el mismo problema que hoy tiene Villa Parque Santa Ana en otro municipio.
¿Qué hacer entonces? La forma en la que nos hemos organizado -aunque ineficiente muchas veces- es vivir en un Estado de Derecho. Es decir, los gobernantes bajo el imperio de la ley dictan políticas públicas que procuran el beneficio común.
Es obvio que en cada una de esas decisiones hay afectados. Y es también la autoridad la que debe compensar eso que en economía se llama "externalidad negativa".
Los vecinos de Santa Ana tienen mucha razón en descreer de las políticas públicas sobre los residuos. La Ciudad de Córdoba generará más del 90% de la basura del próximo complejo ambiental y la capital provincial no pudo remediar Bouwer -donde la contaminación es evidente-, prometió que Piedras Blancas iba a ser una solución "momentanea" y aún está vigente y ni siquiera puede aplicar la separación en origen desde que se inició con la Crese de Giacomino y que empeoró con Mestre.
Pero argumentar sin racionabilidad es tan triste como el accionar de las autoridades en los últimos años.
Antes y después de esta nota he hablado con varios vecinos. Algunos, luego de escuchar mi explicación del "ambientalismo bobo" (y reconozco que fue un error no haber detallado ese concepto en la misma nota) admiten que hay algunas personas en Santa Ana que encajan en esa descripción.
Muchos aseguran que ya están trabajando en una propuesta que mejore lo dispuesto hasta ahora por Cormecor. El intendente de Santa Ana aseguró que analizan zonas "a 8 o 9 kilómetros" de cualquier poblado y "que no afecte a napas de agua".
Actualmente las posiciones son diametralmente opuestas: Cormecor dice que las instalaciones están a "3 km de distancia de zonas urbanas" y los vecinos a 960 metros.
La Corporación de la que son socias Provincia y Municipio asegura que las napas no se contaminarán y los habitantes aseguran lo contrario al tiempo que denuncian irregularidades en el proceso de análisis mientras los funcionarios afirman que los estudios técnicos (en base a datos de institutos universitarios públicos) se enmarcan en la Ley de Ambiente.
Soy consciente que el tema es muy sensible. Como también lo soy que habrá un antes y un después de este proyecto. O a lo mejor es mi deseo que así sea.
Porque los temas ambientales llegaron para ser discutidos (aunque en los grandes medios aún no se les dé el espacio suficiente ¿por qué será, no?) pero para hacerlo es necesario tener la certeza de que vivir en sociedad genera costos y beneficios, derechos y obligaciones.
No quiero discutir si vale más el informe de la Funam o el del Instituto ISEA del que se agarró GeoAmbiental (por cierto, las autoridades de ese ente y dicha empresa deberían dar la cara cuando los periodistas los llamen). Esto no es un Boca-River.
Basura, agua, cloacas son los problemas de salubridad de las grandes ciudades y no tiene sentido resolverlos sin razonabilidad. A los racionales vecinos que se sintieron afectados por el calificativo usado en el título de la nota mencionada, les pido disculpas.
Como me dijo Santiago, uno de los vecinos con los que hablé esta semana: es probable que de la polémica salga algo bueno. Para mí ya salió.
¿De qué hablamos cuando hablamos de ecologismo bobo? (dando un debate que muchos rehuyen)
(Por Guillermo López) El concepto de ambientalismo "bobo" no es un invento de este periodista. Como tampoco lo son los conceptos vertidos en el cuerpo de la nota publicada la semana pasada (ver acá), obtenidos a través de entrevistas telefónicas con ambas fuentes.