Presentada por Christian Felber como una alternativa tanto al capitalismo de mercado como a la economía planificada, la Economía del Bien Común consta de un modelo teórico y un sistema participativo basado en una economía sostenible, más ética y humana.
“La economía del bien común se debe regir por una serie de principios básicos que representan valores humanos: confianza, honestidad, responsabilidad, cooperación, solidaridad, generosidad y compasión”, enumeró, entre otros.
Felber sostuvo que como disciplina, la economía actual no tiene un sentido holístico y que olvidó a su “madre”: la filosofía (Adam Smith, por caso, era filósofo), pero también a la ética, la ecología, la psicología y la democracia.
“El capital, el dinero, es un recurso valioso para la economía pero no puede transformarse en su sentido o su objetivo”, expresó ayer en el auditorio de la universidad cordobesa.
Como buen lingüista, recordó que los griegos distinguían la palabra Oikonome (oikos=hogar; nemein= gestión) de Cremostistike. En el primero el dinero era un medio para alcanzar el objetivo, una buena calidad de vida. En el segundo, el dinero era el fin en si mismo, era el hedonismo. “Hoy lo que llamamos economía es en realidad la exaltación del capital, el capitalismo. Es decir, están subvertidos medios con fines: el capitalismo puso patas para arriba a la economía”, subrayó.
El plan de Felber -cuya teoría comenzó en 2010- es recuperar el sentido original de la economía: el bien común. “Esto es importante porque si no sabemos cuál es el objetivo no podemos medir el éxito”, dijo.
En ese aspecto, aseguró que hay que terminar con el dinero como unidad de medición. “Hay que redefinir el éxito económico”. Para eso propone trocar el PBI por el Producto del Bien Común; el Balance Financiero de una empresa por el Balance del Bien Común y en lugar de una inversión por su rédito financiero hacerlo a través de un Examen del Bien Común.
En el caso de los productos (bienes y servicios), esta escuela propone una “Etiqueta BC” que incluya un código QR con información sobre la empresa productora: cantidad de empleados, proveedores, si realiza aportes a partidos políticos que están en contra del bien común; si tiene cuentas en paraísos fiscales, etc.
“La cuestión es simple: en La Riqueza de las Naciones, Adam Smith explicaba que el mercado perfecto era donde todos los participantes contaban con información completa, donde todo era transparente. Smith -prosiguió Felber- en su libro dijo que eso se daría a través de ‘una mano invisible’ que uniría a demandantes con oferentes para lograr un equilibrio justo para ambas partes. No explicó cómo funciona esa mano invisible: es lo que venimos a hacer nosotros con la Economía del Bien Común”, culminó.
En el mundo hay 500 organizaciones (90% de ellas son empresas privadas) que aceptaron la forma de medición de la Economía del Bien Común. Para los defensores de la economía del bien común, aquellas empresas a las que guíen esos principios y valores deben obtener ventajas legales que les permitan sobrevivir, frente a los valores del lucro y la competencia actuales. (GL)