Estamos tan preocupados por el ahorro de energía, la caza de ballenas y la polución de las ciudades que no reparamos en la calidad del aire que respiramos en los ambientes cerrados donde, según las estadísticas, los urbanitas pasamos hasta el 90% de nuestro tiempo. Resulta que ese aire que inhalamos en la oficina, en casa, el shopping o en la escuela, puede estar hasta 70 veces más contaminado que el de la calle.
Auspiciado por la SCA (Sociedad Central de Arquitectos) a mediados de abril último la empresa CIH Soluciones Ambientales organizó en Buenos Aires el “Primer Congreso Argentino de Calidad de Aire Interior”, un evento que reunió a destacados representantes de la arquitectura, la medicina y la ingeniera local con el fin de debatir el tema y buscar soluciones concretas para mejorar el diseño y la gestión de los edificios en las ciudades. “El concepto es nuevo en la Argentina, pero en el mundo se conoce hace muchos años. El término aire interior se aplica a ambientes comprendidos dentro de la envolvente – explica Armando Chamorro, ingeniero ambiental y director de CIH Argentina. “Se refiere concretamente a oficinas, edificios públicos (colegios, hospitales, teatros, restaurantes, etc.) y viviendas particulares, y excluye a los espacios industriales ya que requieren de otras normas. El aire contenido suele estar más contaminado que el exterior y está demostrado que provoca daños físicos y psicológicos en las personas.”
Olores raros, temperaturas elevadas, alfombras llenas de ácaros, el esmog de la calle y otros tantos ingredientes terminan colándose en el interior y viciando el aire que, a la larga, enferma. Se cree que el ser humano es sensible a los efectos olfativos e irritantes de casi medio millón de compuestos químicos, muchos de los cuales, por falta de ventilación adecuada, quedan estancados entre cuatro paredes. Y la arquitectura contemporánea no colabora. Hoy los edificios se conciben como cajas herméticas íntegramente revestidas con vidrio, y algunos reciclan el aire con una proporción menor de aire fresco del exterior con el fin de aumentar su rentabilidad energética. “Los errores más comunes del diseño se aprecian cuando se proyectan las instalaciones: el aire que ingresa al edificio debe ser debidamente filtrado y acondicionado para que ingrese en cantidad y calidad. También influye la orientación, que debe estar pensada en función de aprovechar al máximo el efecto del calor y la luz solar en invierno y minimizar la exposición al calor del verano” sostiene. En Europa y los Estados Unidos es un requisito legal, incluso el comitente puede exigir ciertos procedimientos de mantenimiento, ya que ventilando bien las corporaciones se evitan futuros juicios laborales. Chamorro pasó 25 años en los Estados Unidos trabajando en prácticas de evaluación ambiental, algo que en la Argentina todavía existe. “El congreso sirvió para plantear los cinco puntos críticos de la calidad del aire interior, por ejemplo, el tema médico, ya que la contaminación afecta de diferentes maneras a ancianos, niños, adultos y personas inmuno-comprometidas. Empezamos por definir qué es un edifico enfermo y cómo reacciona la gente emocionalmente frente a un estímulo negativo, incluyendo olores, temperaturas elevadas etc. También abordamos la parte legal, los riesgos, ART, los seguros y otros elementos relacionados con los recursos humanos, también las obligaciones de los gerenciadores para mantener una calidad de aire interior. Finalmente se habló del diseño y la construcción, el uso de materiales nobles y todas aquellas estrategias que sirvan para mejorar la calidad del aire que respiramos en viviendas, lugares de trabajo y esparcimiento”.
Juntos pero no asfixiados
(Por Marina Gambier) Pasamos gran parte del tiempo en espacios cerrados que están tan o más contaminados que el aire exterior, razón por la que se realizó el Primer Congreso de Calidad de Aire Interior destinado a mejorar el diseño y la gestión de los edificios urbanos.