¿A quién heredarás tu legado virtual?
(Por Eduardo M. Aguirre - @eduaguirre) Una nota escrita por Jenna Wortham en el New York Times sobre Facebook y sus nuevos dilemas, reavivó una idea que me da vueltas desde hace un tiempo: ¿deberíamos pensar en qué parte de nuestra vida virtual deseamos que nos sobreviva cuando nuestros días hayan llegado a su fin?
Un blog personal en el cual encontramos el refugio perfecto para preguntas existenciales con ínfulas de poesía o desde donde compartimos saberes que encontraron allí el medio justo para ser publicado sin ningún tipo de censura.
Una cuenta en Twitter que nos acostumbró a decir y leer mucho pero en un breve espacio que nunca debe superar los 140 caracteres.
Un disco duro virtual en la red donde almacenamos archivos y documentos que ya no encontraban lugar en nuestra propia máquina.
El nombre de usuario con el cual ingresamos a los mensajeros instantáneos, desde ICQ (o antes) hasta Google Talk, habiendo pasado por Yahoo Messenger y MSN con los cuales todos aprendimos que escribir en mayúsculas es gritar y que un amigo o un amor puede estar en nuestro opuesto planetario en latitud y longitud, o en nuestro box contiguo y la comunicación es exactamente igual de efectiva. El nombre y contraseña que elegimos para ingresar a Skype para llamarnos por teléfono sin teléfono (y sin pagar).
Decenas de suscripciones a sitios, newsletters y servicios online.
¿Qué debería pasar cuando no estemos con toda esa vida que con diaria paciencia fuimos construyendo en avatares, emoticones y textos tipeados con 2 o con 10 dedos?
¿Alguien debería encargarse de todo esto o deberíamos pensarlo como parte de una herencia que al menos dentro de muy lejanos servidores, nos mantendrá vivos por siempre?
Cada empresa tiene su política al respecto. Facebook por ejemplo, al enterarse del fallecimiento de un usuario convierte su perfil en una especie de página conmemorativa, pero con claras dificultades aún, ya que a partir de ese momento no permite agregar más amigos a la página, con lo cual si algún familiar quisiera ingresar para expresar sus recuerdos, no podría leer los comentarios de los otros amigos y familiares.
Por su parte en cuanto a los mails, sabemos que transcurridos una cierta cantidad de días sin uso, Hotmail cierra esa cuenta, mientras que algo similar ocurre con las de Yahoo, en cambio con Gmail el cierre de una cuenta es algo más engorroso. Pero ¿es eso lo que querríamos que pase con nuestros mails? ¿Qué se esfumen y listo? Es que, como ya no escribimos cartas de “carne y hueso”, nuestra correspondencia está almacenada en cofres de Gigabytes y al menos con la mía, creo que no me gustaría que desaparezca con la velocidad que se aprieta un Delete.
¿Deberemos dejar la tarea de seguir nuestro “rastro digital” en manos de una empresa o de un software para que simplemente desaparezca? Si tuvieses una caja de seguridad ¿a quién le confiarías la clave?