Un proceso que transforma la basura en riqueza, así lo define José Sarasola, CEO de Cryptogranjas sobre este nuevo concepto con el que buscan mostrar y callar las voces que vacilaban con que la minería de criptomonedas tenía el mismo destino que la minería tradicional: contaminar.
Nada se pierde, todo se transforma
El proceso está en línea con el concepto de economía circular, comenzando primeramente por el almacenamiento de excremento y basura en los digestores que, mediante la intervención de bacterias se transforman en gas metano que luego se utiliza como combustible para alimentar el motor que provee de electricidad a los mineros (los rigs de minado de criptomonedas). La operación de las plantas es controlada directamente por la empresa, que emplea a más de 40 operarios de manera directa para la generación de energía y el mantenimiento de los rigs de minería.
Así, se puede minar a toda capacidad sin sobrecargar la red ni generar un impacto nocivo al medio ambiente por el uso de estas cantidades de energía para resolver operaciones. La primera de su tipo es cordobesa y fue inaugurada en las cercanías de Río Cuarto, con una capacidad de minado -hash rate- de 5.340 TH/s.
¿El principal modelo de negocio? El fideicomiso, ya que el costo promedio de una biocryptogranja -la planta eléctrica + la de minería- ronda la friolera cifra de US$ 6 millones, por lo cual el público objetivo está orientado a principalmente a grandes inversores que buscan una forma sustentable de sumarse a la ola de los criptoactivos.
Pero con un crecimiento exponencial y a punto de abrir una nueva planta en General Paz (al norte de la capital cordobesa y de la mano de Helios Energía) a fin de año y otra gran planta gestándose en la provincia de Buenos Aires, desde Cryptogranjas ya están cocinando el lanzamiento de su Token Verde, que estará disponible en los exchanges para que los pequeños mineros puedan comerciarlo en criptomonedas y llevar el negocio del minado sustentable a todo el país.