Cada latita de gaseosa pesa 15 gramos. Imaginate la cantidad que debe haber -compactadas en grandes cubos- en los playones de Metal Veneta donde stockean unas 1.000 toneladas de este aluminio.
Esta pyme cordobesa de 45 empleados y 50 años de historia procesa estos residuos de aluminio (latas y scraps de otras industrias) para fundirlos en diversas aleaciones que luego venden a automotrices (como Renault), autopartistas varias y hasta Aladio (lavarropas, lavavajillas).
Metal Veneta está en el top 3 nacional del rubro y tiene una capacidad de procesar 2.500 toneladas al mes, aunque hace ya varios años que viene a media máquina: cuelan entre 1.000 y 1.200 toneladas al mes. Su mejor año fue en 2011 y desde entonces la demanda de sus clientes fue cayendo y se estancó al compás de la recesión general.
En el país no hay más clientes potenciales (no son tantas las industrias que demandan su producto) y analizan volver a exportar, una operación que ya supieron hacer a Estados Unidos, Uruguay y Chile.
Pero Luis Maglione (que dirige la compañía junto a su hermana Martha), es optimista: los motores de los autos eléctricos e híbridos demandan más cantidad de aluminio y esa ola terminará llegando a la región y a Córdoba, se esperanza.
Para los neófitos de esta industria, una dato llama poderosamente la atención: el 60% del aluminio que entrega Metal Veneta viaja -en grandes cubetones- en estado líquido hasta el cliente final, que así se ahorra la energía y el proceso que demandaría volver a fundir la aleación. El 30% sale en lingotes y un 10% restantes en semi esferas también sólidas.
Esta empresa cordobesa es la única en el país en entregar aluminio líquido, un proceso logístico que tiene que estar bien ajustado: si en pocas horas no llega a destino en cubetas térmicas, el material que se transporta a 750 grados se solidificaría al perder temperatura.