A los 73 años, Héctor Magnetto está por dar otro paso de pacman: quedarse con Telecom y consolidar a Grupo Clarín (con Cablevisión escindida, es verdad), como el principal operador de telecomunicaciones y medios del país.
Como hace sólo muy esporádicamente, días atrás habló (en realidad contestó mails) con un periodista de Apertura y dejó claro su visión: “La fusión con Telecom es un paso estratégico natural para una empresa como Cablevisión”.
Un paper que los hombres del Grupo Clarín hacen circular con razones para justificar la fusión, toca un punto candente: “esta operación (Telecom-Clarín) es parte de un fenómeno mundial -sostiene el escrito y abunda-: “las recientes adquisiciones de DirecTV por parte de AT&T en Estados Unidos”, es un ejemplo.
Precisamente, esta semana se conoció que las autoridades regulatorias del país más competitivo del mundo le exigían a AT&T desprenderse de DirecTV si quiere avanzar en su alianza con Time Warner (o que venda CNN, era otra alternativa).
En realidad, en EE.UU. AT&T y Time Warner sería más bien una fusión vertical, es decir, de empresas que se complementan y potencian. Eso argumentan desde las empresas.
En Argentina, Telecom y Cablevisión conformarían una fusión horizontal en banda ancha y telefonía y vertical en TV paga, banda ancha móvil y telefonía móvil.
Desde Clarín se sostiene que sumando los suscriptores de todos los servicios se alcanzaría (fusión mediante) 31 millones de clientes, apenas por encima de los casi 27 de Telefónica - Movistar o los 22 millones de Claro.
En Francia, sigue el paper de Clarín, Orange France tiene 46% de los suscriptores y Claro el 48% en Colombia.
Una importante piedra a sortear por Defensa de la Competencia por parte de Clarín, es precisamente, “el caso Córdoba”.
Las autoridades deberían o podrían pedir una desinversión en redes pero -dicen los expertos, ¿quién querría comprar la red de cobre de Telecom?
El “antídoto” al “caso Córdoba” podría ser un compromiso de las empresas fusionadas de ofrecer una tarifa nacional para sus servicios, es decir, cobrar lo mismo por el mismo producto-servicio en CABA (donde compiten) que en Córdoba y todo el país. Suena ingenioso, pero… ¿es controlable la calidad de esos servicios? ¿No habría un desaliento a invertir en redes en Córdoba -donde los clientes no pueden ir a otro lado- y destinar ese esfuerzo en abrir nuevos mercados o potenciar el servicio en zonas competitivas?
Las dudas están y el debate sigue abierto.