Aunque el peronismo ya está a punto de cumplir un mes en el Gobierno Nacional, buena parte de los cargos que la Casa Rosada debe completar en Córdoba siguen vacantes. Y los pequeños accionistas del Frente de Todos que no encuentran interlocutores directos (y dispuestos) en Buenos Aires empiezan a dejar de lado las vías de diálogo preestablecidas buscando “puentear” a sus superiores, y a mirar con recelo hacia los lados, suspicaces, sospechando.
Este desorden sería la causa eficiente de que Santiago Cafiero, Jefe de Gabinete y persona designada por el propio Alberto Fernández para diseñar la construcción política de la fuerza nacional en Córdoba, haya decidido imponer a todos los accionistas del Frente de Todos local el deber de conformar una mesa de conducción.
Eso sí, aunque la orden vendría de la Jefatura de Gabinete, el brazo ejecutor sería Fernando “Chino” Navarro, uno de los máximos conductores del Movimiento Evita a nivel nacional y persona que mantiene buenas relaciones con el Centro Cívico. Particularmente, con la primera dama provincial, Alejandra Vigo, ante quién bregó por la sanción de la Ley Provincial de Economía Popular.
Las instrucciones impartidas por Cafiero y que deberán ser ejecutadas por Navarro son convencer a todos los espacios que integran la entente que (a nivel nacional) triunfó en las elecciones de octubre para que en Córdoba conformen una mesa de conducción. Sin embargo, Cafiero no apela sólo a los buenos modales y a la capacidad de persuasión del “Chino”. Existe un severo castigo para quienes se rehúsen a participar de esta conducción colegiada: “quienes no participen, no formarán parte del proyecto político de Alberto”, advierten desde Buenos Aires.
“Nadie va a tener juego por fuera de la mesa”, insisten. A la vez que explican que la estrategia definida desde CABA tiene por objeto “conservar” la unidad y trabajar de manera orgánica.
Sin embargo, a varios de los que participan de los espacios menores que estarían representados en esta mesa les cuesta imaginar cómo se analogaría su situación a la de, pongamos por caso, Carlos Caserio o, en menor medida, Gabriela Estevez, que parten en franca ventaja para negociar puestos para los dirigentes y militantes que los acompañan.
Parece, cuanto menos, (muy) difícil de imaginar la conformación de una mesa de iguales entre desiguales. Y quienes así lo perciben sospechan que en realidad este esquema sólo favorecerá a los mayores polos de poder dentro del frente, que terminarán absorbiendo al resto de los espacios. Si esto sucediera –prosiguen en su razonamiento- el Frente de Todos quedaría conformado por 3 afluentes principales: el peronismo disidente al oficialismo cordobés, cuyo líder máximo es Carlos Caserio; el kirchnerismo duro, enraizado en la Cámpora y asociado con la figura de Gabriela Estévez; y el albertismo puro referenciado en el Partido Parte, que aún siendo con comodidad la menor de las facciones contaría con todos los avales necesarios del presidente para crecer en la provincia.