La gestión de Ramón (Javier) Mestre tuvo, como todas, sus altos y sus bajos. Y el electorado, juez último de sus años al frente del Palacio 6 de Julio, fue categórico en su evaluación: le dio apenas el nueve por ciento de los votos en Capital. Vale aclarar, la entente que el radicalismo conformaba junto al Pro, el Frente Cívico y la Coalición Cívica acababa de colapsar, dividiendo su oferta electoral. Pero más allá de esto, que bien puede ser juzgado como un error político de cargas compartidas entre sus responsables, lo cierto es que los cordobeses no aprobaron la gestión mestrista el 12 de mayo.
Tras ello sobrevino una larga transición que discurrió en relativa paz, hasta que el PJ denunció que el mestrismo le ocultaba información y se retiró de la mesa. Luego, un extenso escarnio de la actual gestión a su predecesora, a la que acusó, entre tantas otras cosas, de lastrar las cuentas municipales acumulando una deuda de 30.000 millones de pesos.
Este actuar de Hacemos por Córdoba es completamente comprensible. Más aún, los manuales de la política -si existieran- seguramente lo juzgarían como oportuno y debido. Al comenzar una gestión, lo mejor es hacerlo con “beneficio de inventario”, y mientras peor sea -en el imaginario colectivo-el estado en que se recibe la ciudad, más fácilmente se convencerá a los ciudadanos de que los aciertos que mejoran la situación son propios y las fallas que la explican son ajenas.
Pero no todo es cierto en los relatos que se construyen a uno y otro lado del mostrador.La gestión mestrista tuvo bajos, es cierto, pero también tuvo aciertos, y probablemente uno de los principales fue la forma en que gestionó los frentes que el Palacio Municipal mantiene abiertos con dos de los sindicatos más poderosos de Córdoba: la Uta y el Suoem.
En cuanto al primero de ellos, para no sobreabundar, basta con remitirse al conflicto de transporte de junio de 2017. Entonces, un paro de los choferes encolumnados detrás del delegado de Aucor Marcelo Marín mantuvo a la ciudad paralizada por 9 días. La medida transcurrió casi por completo en la ilegalidad, ya que no acató la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo desde el segundo día. El mestrismo se mantuvo firme, articuló un servicio de emergencia para paliar la medida de fuerza y el asunto quedó saldado con una intervención de la UTA nacional sobre suregional cordobesa.
El conflicto que tuvo por protagonistas al ex intendente y al ex secretario general del Suoem, por su parte, fue mucho más extenso y enrevesado. Pero para aludir a él brevemente se puede decir que en julio de 2017 Mestre decretó el estado jubilatorio del “agente Daniele” y que, a pesar de que el sindicato cuestionó judicialmente la validez del decreto logrando un fallo favorable en primera instancia, el histórico capo de la Lista Verde debió hacerse a un lado y abandonar sus intenciones de postularse a otro ciclo al frente del Suoem, que de lo contrario podría haber quedado a tiro de una intervención del Ministerio de Trabajo de la Nación.
Esta tenacidad del ex intendente para desterrar al dirigente gremial que en más de una oportunidad se burló de los cordobeses y hasta llegó a prometer que convertiría la ciudad en “un quilombo” -amenaza que cumplió en repetidas oportunidades-, no parece ser compartida por el actual intendente.
Más aún, varios de sus funcionarios y colaboradores entienden que Martín Llaryora prefiere un Suoem encolumnado detrás de Daniele, lo que no carece en absoluto de sentido. El sindicalista, guste o no, es probablemente el único dirigente capaz de conciliar en una única estructura de mando la infinidad de intereses que conviven en el gremio municipal. Por lo tanto, si hay que negociar, lo mejor es poder hacerlo con alguien que represente a todos los intereses que debe representar y que, por ello, garantice que los acuerdos serán cumplidos.
El Suoem, con Daniele, es un mal conocido. Sin él, es una caja de Pandora. Nadie sabe, a ciencia cierta, en cuantas facciones podría estallar la Lista Verde y, menos aún, si alguna de ellas podría ganar sobre el resto la preeminencia necesaria para lograr un liderazgo reconocido por todas las reparticiones.
De momento se desconoce cuál es la tónica del intendente frente a Daniele y, por extensión, frente al Suoem. Lo que sí se conoce es el descontento de algunos delegados y municipales peronistas que esperaban, con la llegada de Hacemos por Córdoba al poder, que la nueva administración propiciara el surgimiento de una alternativa peronista para conducir el sindicato y metabolizar la sucesión del incombustible Rubén Daniele.