Esto, por supuesto, es un deseo imaginario. El kirchnerismo no tuvo ninguna injerencia en las listas del oficialismo riocuartense, más allá de no presentar candidatos que hubieran restado votos a Llamosas. Además, ni el intendente ni su contrincante, Gabriel Abrile, intentaron en ningún momento nacionalizar la elección. El primero, porque era consciente de que mostrarse con los K en Río Cuarto hubiera sido tirarse un tiro a los pies, en tanto que, el segundo, apostó a la estrategia de municipalizar su discurso con prescindencia de los grandes (y también discutidos) capitostes de JXC. Si en algo acordaron ambos candidatos fue en su común rechazo al kirchnerismo.
El diputado Carlos Gutierrez, riocuartense y mano derecha de Juan Schiaretti, advirtió el domingo temprano que ningún foráneo debía arrogarse mérito alguno en los resultados de la elección, cualesquiera que fuesen. “Los de afuera son de palo”, aseguró al momento de emitir su voto y haciendo uso de la muletilla utilizada por el gobernador al momento de lograr su tercer mandato no consecutivo en mayo de 2019.
No obstante, los de afuera vinieron e intentaron cobrar protagonismo. Esto ocasionó un momento de tensión entre el vicegobernador Manuel Calvo y el propio Cafiero, aunque el cruce de palabras no se hizo público y se realizó tras bambalinas. Fue palpable la molestia de los máximos dirigentes de Hacemos por Córdoba por hacer de anfitriones de aquellos autoinvitados que, para colmo de males, pretendieron sacar conclusiones nacionales de un evento que, por definición, se encuentra diseñado para mantenerse lejos de cualquier contaminación interjurisdiccionales.
En efecto, el particularismo riocuartense determinó que, al momento de dictarse su Carta Orgánica hace más de veinte años atrás, se estipulara que sus elecciones locales se realizaran en asincrónicamente respecto de las nacionales (segundo párrafo de la segunda disposición transitoria). Esta disposición hace que estos comicios conciten la atención del país político precisamente porque suelen ser los únicos y a pesar de que, por fuerza, es altamente improbable que algún tema por fuera de la agenda local los influya decisivamente.
Tal ensimismamiento político no aplica con el mismo rigor respecto de la provincia. El gobernador puede influir en la vida de la ciudad de forma mucho más eficaz que el presidente, sea a través de obras públicas o mediante acciones directas. Y, debe decirse, el Centro Cívico no dudó en apuntalar a Llamosas en todo lo que estuvo a su alcance. A esto debe añadirse la imagen de Schiaretti, que sigue siendo importante pese a los desafíos de los últimos meses. De cualquier manera, sería descabellado sugerir que la mera influencia provincial pudiese convencer a los riocuartenses votar por un intendente con una mala gestión a cuestas. Llamosas, claramente, fue el artífice principal de su triunfo, un hecho que contrasta todavía más con el ingreso por la ventana de Cafiero y de Pedro a una fiesta ajena.
La presencia de los “colados” de la Casa Rosada no fue, por cierto, la única particularidad de la jornada electoral. Hubo otras también interesantes que merecen mencionarse.
Una de ellas es la escasa cantidad de gente que fue a votar (apenas el 50%), un fenómeno señalado por los medios con cierta insistencia. Aunque la pandemia es la explicación más a mano para tal restricción, lo cierto es que en la pasadas elecciones -sin Covid-19- el porcentaje tampoco fue extraordinario: 60%. Esta es la consecuencia paradojal de una Carta Orgánica que, de tan localista, hace que sus propios habitantes perciban como extrañas las elecciones más importantes para la vida de la ciudad.
Debe señalarse también a la pandemia como otra protagonista. Río Cuarto fue la primera ciudad importante en concurrir a las urnas en el marco del DISPO, una verdadera elección probeta. Sus autoridades diseñaron un protocolo novedoso para evitar contagios, desde mesas con menor cantidad de electores hasta un sistema de padrón georreferenciado para permitir que los 136.001 ciudadanos habilitados para votar pudieran hacerlo en las escuelas más próximas a sus domicilios. Deberán esperarse un par de semanas para saber si el evento disparó las infecciones o si fue neutro desde el punto de vista sanitario. Si así fuera, sería un aporte valioso para la organización de otros similares a lo largo del país.
No puede soslayarse, finalmente, que esta fueron elecciones largamente postergadas. El intendente continuó en el Palacio de Mójica gracias a un acuerdo político y debido a que el coronavirus no daba respiro. La campaña fue, en consecuencia, prolongada, pese a que formalmente se redujo a algunas semanas previas a la votación. Esto puede explicar que la diferencia a favor de Llamosas no fuera todo lo holgada que el propio intendente esperaba. La cuarentena ha sido impiadosa con todos los gobernantes y pese a sus esfuerzos.
Lo cierto es que Córdoba, a través de los acontecimientos en su capital alterna, ha vuelo a ocupar la centralidad política y que la figura de Schiaretti continúa firme. El Frente de Todos tal vez intente, en un futuro próximo, mostrar el triunfo de Llamosas como un logro compartido, pero será un discurso reputado de falaz de parte de la opinión pública. De cualquier manera y pese a este riesgo, Fernández necesita ganar tiempo. El único plan que el presidente tiene en mente es esperar los dólares de una muy buena cosecha en marzo, seguir ajustando (aunque negando que lo esté haciendo) y que el precio de la soja se mantenga en los actuales niveles. En el medio tiene que mostrar algún logro y Río Cuarto le viene bien a su estrategia, para indignación del PJ cordobés.