Luis Juez es conocido por sus chistes en buena parte del país. Pero no solo divierte cuando los cuenta, sino también cuando, supuestamente, habla en serio. En las últimas horas, sendas declaraciones del actual diputado producen hilaridad entre quienes conocen su variopinta trayectoria política.
La primera tuvo lugar en un reportaje realizado por Fernando Genesir en Cadena 3 el pasado lunes. Entre diferentes expresiones, Juez dijo que pensaba plantearle a Mauricio Macri -de visita en Córdoba- “las reglas de juego” que deberían regir en Juntos por el Cambio de cara la selección de los candidatos en vistas a las legislativas de este año.
No deja de sorprender que alguien que ha menospreciado todas las reglas de juego, incluso dentro de la coalición que ahora integra, se proponga evangelizar sobre su importancia nada menos que a un expresidente de la Nación. No hace falta recordar que Juez pateó el tablero en 2015 interno al aliarse con Olga Riutort como respuesta a la decisión de sus aliados de apoyar a Ramón Mestre como intendente por sobre sus pretensiones ni que, hasta épocas recientes, había denunciado como “corrupta” a su nueva compañera de fórmula.
Tampoco parece haber estado muy convencido Juez de la necesidad de reglas de juego claras en su propio partido, toda vez que cualquier disidencia terminó en sucesivos alejamiento de dirigentes de su confianza. Esta fue la suerte de Héctor “Pichi” Campana (hoy peronista), Daniel Giacomino (de fe Kircherista, actualmente en la actividad privada) o de Juan Pablo Quinteros, reciente integrante del partido liderado por Aurelio García Elorrio. Precisamente por no tener ninguna, el ahora diputado se ha quedado cada vez más solo, liderando apenas un club de admiradores antes que una fuerza política digna de tal nombre.
Es sugerente que, en el mismo reportaje, Juez haya puesto como ejemplo de una de las reglas a respetarse la de “no inclinar la cancha”, una exigencia que supone que, si Macri resultara el árbitro de una eventual interna, se abstuviera de cobrarle “20 tiros libres al borde de la 18”. Es un pedido extraño, toda vez que, en 2019, él mismo terminó siendo candidato a intendente de JXC gracias al dedazo del entonces presidente. Esta imposición, sentida contra natura por la mayor parte de la dirigencia cambiemita, motivó la secesión de Ramón Mestre y Rodrigo de Loredo, quienes compitieron en soledad con la Lista 3 en los tiques de gobernador e intendente, dividiendo el voto opositor y asegurando el cómodo triunfo de Juan Schiaretti y Martín Llaryora.
Debe decirse, asimismo, que en años anteriores a estos acontecimientos, Juez ya había demostrado que lo único que le importaba era él mismo y no tanto las reglas políticas. En 2007 rompió con Néstor Kirchner porque el santacruceño no lo acompañó en sus mediáticas denuncias de fraude y que luego, sucesivamente, se deshizo de aliados tales como Elisa Carrió, Pino Solanas o los socialistas santafesinos cuando ya no les sirvieron a sus intereses. El trayecto desde la transversalidad kirchnerista hasta el neoliberalismo macrista habla tanto de un vértigo ideológico como de una extraordinaria flexibilidad para adherir a cualquier cosa que le convenga, bien lejos de cualquier estatuto.
La otra humorada pudo leerse en la edición digital de Clarín también del lunes, que reproduce declaraciones radiales vertidas ante los micrófonos de La Once Diez. Allí, Juez confesó que él quiere “al Alberto Fernández de abril del año pasado, al tipo que te entusiasmaba y te daban ganas de escucharlo (y) no a este guaso pendenciero, patotero, fastidioso, endilgador de responsabilidades”, tal como se lee.
Es increíble. El muerto asustándose del degollado. ¿O no es Juez, acaso, el inventor del estilo pendenciero, patotero, fastidioso y de endilgador de responsabilidades que ahora le horroriza del presidente? ¿Quién si no él, ha culpado por todas sus desgracias políticas -las reales y las ficticias- a los demás? ¿Quién ha denunciado, falazmente y sin cesar, a todo aquel que se le interpuso en su camino? ¿Quién se hizo experto en el dudoso arte de insultar, agredir y denostar a sus adversarios?
El suyo es un caso que, sin dudas, merecería alguna consideración clínica. Alguien que llamó mugrientos a los ecuatorianos siendo él mismo embajador argentino en Quito, o que tildó de “pelotudo” a Macri (a quién hoy le reclama más amor) o que, al filo del racismo, sostuvo que Belgrano era “el mejor equipo de Bolivia”, no puede dar cátedra de moderación a nadie.
Sería ocioso listar la cantidad de exabruptos, improperios y groserías vertidos por el exintendente a lo largo de estos años y no aportaría nada a enfatizar la ocurrencia que aquí se festeja. Cada vez es más difícil considerar seriamente lo que afirma, no ya entender cuál es su meridiano ideológico, más allá de pastosos clichés sobre la decencia, la corrupción y su honorabilidad personal con los que gusta justificar su fanatismo por los cargos. Mientras tanto, sigue dejando tras de sí una estela de incoherencias, denuncias improbables, discordias personales y una volubilidad política a prueba de todo. Es un enigma de como un cartesiano como Macri (para peor, ingeniero) sigue considerándolo un aliado que, para colmo, pretende darle cátedra sobre el valor de los compromisos.
Sus reclamos de reglas de juego claras y recomendaciones de moderación constituyen un auténtico chiste por impostura, del tipo de los practicados por los geniales Les Luthiers quienes, pretextando solemnidad barroca, generaban las situaciones más desopilantes. Para Juez debe ser un consuelo que, al menos por la vía del absurdo y a despecho de sus burlas ya sin gracia, continúe sin embargo divirtiendo a una audiencia siempre asombrada.