El gobierno de Córdoba acaba de informar la compra de un millón de dosis de la vacuna china Convidecia, de una sola dosis y que produce el laboratorio Cansino Bio. Conforme la información disponible, arribarían a la provincia en treinta o cuarenta días.
La aritmética de la noticia es simple y sirve para calibrar adecuadamente el anuncio. Córdoba tiene, en la actualidad, cerca de tres millones de habitantes con más de 18 años (datos del padrón electoral). Hasta la fecha se han vacunado con al menos una dosis un millón cien mil personas, restando de inocular, por lo tanto, otras dos millones. Si las vacunas de Cansino efectivamente llegasen en los plazos convenidos y conforme avanza el esquema actualmente en marcha, el 87% del total de la población objetivo estaría inmunizada sobre finales de agosto. Estaría cerca de logar la ansiada inmunidad de rebaño.
Este sería un notable logro sanitario y político. De conseguirlo, la provincia podría exponer el haber inoculado a prácticamente toda su población sin haber militado la clausura absoluta de la economía ni de las escuelas, como sí lo hizo Kicillof durante tanto tiempo con el aval del presidente Alberto Fernández. Esto habilitaría una perspectiva completamente diferente para un distrito que es visto como el contraejemplo de lo que sucede en la provincia de Buenos Aires y otras jurisdicciones de fe kirchnerista.
Pero no todas son rosas. La Casa Rosada ya ha advertido que se les descontarán proporcionalmente las vacunas que consigan las provincias de aquellas que otorga la Nación. El argumento, brindado por Juan Pablo Cafiero, se encuentra anclado sobre argumentos de solidaridad geográfica. Las víctimas de esta decisión serían, por ahora, la ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, todas gobernadas por expresiones distantes del Frente de Todos.
No deja de ser una decisión curiosa, que castiga a quienes intentan hacer las cosas bien. Fue el propio Cafiero quien, un par de meses atrás liberó la posibilidad de que las provincias pudieran comprar las dosis que obtuvieran en el mercado. Nada dijo entonces de la detracción que ahora postula con tanta naturalidad. Esto es igualar para abajo, una auténtica convicción del oficialismo. Porque, en verdad, ¿qué daño producen aquellos gobernadores que, con recursos propios y venciendo infinidad de trabas burocráticas, incrementan las remesas totales de vacunas que se dirigen hacia el país con el lógico beneficio para la totalidad de la población y no solo de los distritos que administran?
Además, ni Cafiero ni el presidente pueden postular munificencia alguna. Las fórmulas que adquiere el gobierno se pagan con el dinero de los impuestos que sufragan los contribuyentes, vivan donde vivan. Que se sepa, Martín Guzmán no separa los billetes de Córdoba o Mendoza de los de la Nación para girar las divisas que demandan los laboratorios. Incluso cuando el Banco Central emite pesos sin respaldo para cambiarlos por dólares, el resto de los argentinos se hace cargo del impuesto inflacionario, la gabela más regresiva de todas. La administración de Fernández, como siempre, pretende hacer beneficencia con dinero ajeno.
Esta es parte de la ideología centralista y autoritaria que postula el Frente de Todos. Intentar el monopolio de las vacunas es una manifestación de esta vocación, verbalizada en la opinable sentencia respecto a que “el Estado te cuida”. El año pasado este control se intentó a través de la cuarentena estricta que, como es sabido, fue deshilachándose con el transcurso de los meses. Ahora es el turno de las preciadas dosis contra el coronavirus aunque, de tan escasas, tuvo que habilitarse la compra descentralizada in extremis por parte de las provincias.
Esta ideologización sobre el rol del estado en las cuestiones sanitarias tiene aristas que son decididamente contraproducentes. Tal como informó Perfil Córdoba en su edición del pasado domingo, las autoridades sanitarias de Córdoba también tendrían cerrada la adquisición de más de un millón de dosis de la vacuna Janssen, de Johnson & Johnson, en una negociación compartida con Santa Fe. Al igual que el producto de Cansino esta también es monodosis. Sin embargo, la ANMAT todavía no la tiene autorizada, ni siquiera bajo el esquema de emergencia.
Es extraña esta vara. La ANMAT se resiste a aprobar la Janssen a pesar de que la FDA de Estados Unidos, los reguladores europeos y la OMS le han dado luz verde hace rato. De hecho, muchos argentinos que han visitado Miami en fechas recientes han optado por este fármaco precisamente por su formato monodosis, que simplifica el proceso logístico. Pero el Ministerio de Salud criollo dilata las certificaciones correspondientes. En su lugar, las concede con premura a las fórmulas chinas, que todavía no finalizan los ensayos de Fase 3 y que, en el caso de Convidecia, aun no ha recibido la aprobación por parte de la OMS.
¿Qué sucede entonces? ¿Hay un boicot contra los productos estadounidenses en la Argentina? Si bien las vacunas de Pfizer y Moderna están efectivamente aprobadas, no hay ninguna certeza de que vayan a llegar al país en lo inmediato. En el caso de la primera, las polémicas que han tomado estado público relevan de mayores comentarios sobre la hostilidad oficial hacia aquella. Con Johnson & Johnson es peor porque, pudiendo ser efectivamente adquiridas (aparentemente hay oferta disponible) por razones que no se han explicitado ninguna autoridad nacional ha impulsado su visto bueno.
Si Schiaretti pudiera anunciar la compra de la Janssen esto se transformaría en una auténtica noticia nacional. Sería el primero en contar con uno de los fármacos anti Covid más codiciados, abandonando la predilección de Carla Vizzoti por las dosis chinas y rusas, o la de su antecesor Ginés González García por la fórmula que produce el empresario Hugo Sigman para AstraZeneca. Pero claro, de producirse tal cosa, la diferenciación del cordobés hacia el Frente de Todos adquiriría otra dimensión. Córdoba sería una isla USA friendly dentro de un archipiélago hostil a Washington y sus valores. Es difícil pensar que Fernández pudiera tolerar semejante afrenta a su actual radicalización.