Con un encendido discurso frente las Áreas Operativas, Rubén Daniele acusó de “gorila” a Martín Llaryora, apuntó contra el gobernador como verdadero artífice de un plan diseñado para reducir las ventajas de las que goza el gremio, juró que sin su apoyo el intendente “no les duraría una semana” y animó a los municipales a relanzar el plan de lucha.
Las nuevas filípicas del histórico capolista de la Verde llegan en un momento en el que el sindicato empieza a levantar cabeza, después de haber reinstalado en los mandos medios a gran parte de los agentes que los ocupaban antes de comenzar el conflicto con el cual la gestión peronista prometía lograr el final del cogobierno con el Suoem y habiendo recuperado además, en distintas reparticiones, la séptima hora de jornada bajo la forma de “horas módulo” que, en principio, serían menos onerosas para el Palacio Municipal.
Vale la pena retroceder algunos meses en el tiempo para comprender el escenario que a principios de julio presentaba el conflicto y el devenir de episodios que desde entonces se sucedieron para configurar la situación actual.
Antes del 7 de Julio, día en que el Suoem y la gestión municipal firmaron una tregua tras dos meses de intensos conflictos, el Concejo Deliberante había sancionado una ordenanza recortando la séptima hora de la jornada municipal y había facultado al intendente a “realizar la reestructuración del personal de planta permanente y no permanente, tomando las medidas pertinentes a los fines de racionalizar las estructuras, suprimiendo o congelando cargos conforme a las necesidades de servicio (… y) a limitar los interinatos vigentes...”
Por su lado, la Secretaría General a cargo de Verónica Bruera había dictado una serie de resoluciones retirando chapas de inspectoría a centenares de agentes que percibían las bonificaciones propias del cargo (30 por ciento del salario básico) a pesar de no realizar funciones de esta naturaleza. Se habían dado de baja cientos de interinatos en puestos jerárquicos (ocupados por empleados que jamás concursaron esos puestos) y se encontraba bajo análisis la forma en que se retirarían buena parte de las bonificaciones por mano de obra especializada, que prevén adicionales de hasta el 40 por ciento del básico para sus titulares, y que en la mayoría de los casos son concedidas a empleados que no desempeñan funciones de ninguna complejidad.
El sindicato estaba completamente jaqueado, y en franco retroceso terminó firmando la paz a cambio de que se reinstalara en sus puestos a 120 contratados cuyos contratos habían vencido a fines de junio. ¿Qué pasó desde entonces para que, ahora, sea el Suoem el que amenaza al Ejecutivo, acusando al intendente de ser un mero empleado del gobernador, recordándole que sin su apoyo “no les duraría una semana”, y prometiendo relanzar un plan de lucha para recuperar todo lo perdido?
Al 7 de julio existían dos posturas dentro del Palacio 6 de Julio. Un ala blanda, que sostenía una posición conciliadora y quería hacer concesiones para firmar la paz con el gremio, y otra opuesta, que entendía que era el momento de avanzar a ultranza para firmar no las condiciones de la paz, sino las condiciones de la rendición del Suoem. Creían, estos últimos, que ese era el único camino posible para lograr el final del cogobierno con el sindicato. Triunfaron los primeros.
Si bien se observa, puede advertirse que, en silencio, el Suoem viene recuperando buena parte del territorio perdido. Delegados de distintas reparticiones aseguran que sus representados han vuelto a trabajar siete horas gracias a “horas módulo” concedidas por el municipio. Gran parte de las chapas de inspectoría retiradas fueron devueltas a sus antiguos titulares, incluso después de haberse concluido que tales agentes no prestaban esas funciones. Nunca se llevó adelante un estudio pormenorizado respecto de quienes realizaban tareas de una complejidad suficiente como para ser considerados “mano de obra especializada” y quienes no y, además, parte mayoritaria de los mandos medios fueron repuestos en tales cargos. ¿Por qué?
En su discurso, Daniele prometió un conflicto de largo aliento, y quienes conocen de antaño las artes del veterano gremialista aseguran que no debe esperarse un conflicto de grandes movilizaciones, sino el inicio de una “guerra de guerrillas” en la que el gremio apostará a boicotear la gestión desde adentro, entorpeciéndola cuanto le resulte posible.
La gestión, por su parte, no cuenta hoy con un escenario tan favorable como el que tenía a principios de julio, cuando prefirió ceder. ¿Qué cabe esperar en este nuevo contexto?
En tiempos de vacas flacas el peronismo no puede prometer grandes obras ni ambiciosos programas para la ciudad. Tenía, eso sí, algo para ofrendar a los vecinos: el final del cogobierno con los sindicatos. ¿Seguirá siendo esa su apuesta?