En el caso de Martín Llaryora, y sin dejar de lado sus méritos como gobernante, la preponderancia de la fortuna ha sido notable. Tras aquel memorable acto de rebeldía frente al todopoderoso tándem José Manuel de la Sota – Juan Schiaretti en 2013 (tuvo la osadía de disputar las PASO a diputados nacionales con el actual gobernador, candidato delasotista), la buena estrella del sanfrancisqueño no ha hecho otra cosa que brillar cada vez con más fuerza.
Pruebas al canto. Desde que dejó la intendencia de San Francisco tras dos períodos consecutivos fue ministro, vicegobernador, diputado nacional e intendente de la ciudad de Córdoba sucesivamente. Es un cursus honorum que impresiona hasta al más curtido. Además, debe reconocerse que en ninguna de sus responsabilidades hubo de desentonar. Si se toman solo las que le tocó en suerte ejercer cargos electivos, justo es decir que mal no le ha ido. Es difícil encontrar, tanto en el este provincial como en la ciudad Capital, alguien que tenga mayores cuitas que reprocharle.
Sin embargo, y como cualquier otra cosa en la vida, la suerte también se acaba. O, para evitar caer en la taxatividad, al menos no siempre puede contarse con ella. Esto es lo que parece haberle sucedido Llaryora tras el sonado caso de Ulises Bueno.
Un breve repaso de los hechos. El cuartetero ofreció un show gratuito a la municipalidad con la excusa de su cumpleaños y esta aceptó imaginando un evento masivo, que diera el puntapié inicial a la temporada de invierno en la ciudad. Se trataba de unir útil con lo agradable. Pero, a poco de andar, el diablo metió la cola (toda una contradicción tratándose del mismísimo Bueno). En una misiva dirigida a los funcionarios, Ulises recomendó la contratación de una empresa de organización de espectáculos, Enjoy Night Producciones S.A, con la que él se siente particularmente cómodo trabajando.
Hasta allí nada que objetar, excepto porque la empresa requería 43 millones de pesos al municipio (algo más de 195 mil dólares blue) para el armado del show. Fue bastante natural, por consiguiente, que se levantaran voces críticas sobre la verdadera naturaleza de tal monto. ¿Se trataba o no un regalo de cumpleaños a los cordobeses? ¿A guisa de qué tantos millones? Lo cierto es que el escándalo creció hasta un nivel que el aparato digestivo del intendente no podía tolerar y el programa fue cancelado.
En rigor, y dejando de lado la inevitable politización de este tipo de acontecimientos, se trató de un problema estético. Si es un regalo, cualquier valor asociado al obsequio debe ser acorde con el propósito que entraña porque, de lo contrario, se transforma en el típico caso del collar más caro que el perro. La municipalidad ha organizado decenas de eventos mucho más costosos -los más recientes, la cumbre de economía circular o la vuelta ciclística 2022- sin que nadie haya puesto reparos en tales erogaciones. Además, y en el caso específico de la contratación de artistas, las ordenanzas aplicables permiten un importante nivel de discrecionalidad toda vez que, en justicia, es imposible llamar a una licitación para ver que cantante ofrece el menor precio para cada género musical. De hecho, y analizando el asunto en retrospectiva, seguramente nada hubiera sucedido si el Palacio 6 de Julio contrataba al señor Bueno sin tantos remilgos. Si, de paso, sus fanáticos querían aprovechar la ocasión para dedicarle el feliz cumpleaños, allá ellos. Felicidad ATR en toda la regla.
Pero ahora es tarde para lágrimas. Por primera vez en su dilatada carrera pública, Llaryora tiene que hacer frente a una crisis generada por su propia administración. Esta vez debe bailar con la más fea. Y la novedad es que no se sabe a ciencia cierta como la resolverá, simplemente porque no hay antecedentes al respecto.
Dada su actual gira en los Estados Unidos, algunos han creído ver en el periplo del intendente una huida para desensillar hasta que aclare, pero no es una respuesta convincente. No se planifica una agenda en el extranjero de un día para el otro, especialmente cuando la organiza AmCham. Además, poco sentido hubiera tenido organizar un show con propósitos políticos si Llaryora (el supuesto beneficiario) no tenía pensado estar presente, como efectivamente no lo habría estado de haberse llevado a cabo y allende su suspensión.
Las respuestas deben ser buscadas en otra parte. Es harto probable, asimismo, que incluso ni siquiera las tenga el propio interesado, dado lo novedoso de la coyuntura. El asunto no es baladí, toda vez que alguien con sus aspiraciones, nada menos que reemplazar a Schiaretti, debe saber mejor que nadie que resulta imposible gobernar sin tener problemas potencialmente graves. Vale recordar que son estos, y no los éxitos, los que mejor definen el carácter de los hombres públicos.
La mala noticia es que el intendente tendrá que asumir que, en adelante, mayor será el escrutinio sobre su gestión por parte de la oposición, habida cuenta de las intenciones de Juntos por Córdoba de hacerse, simultáneamente, de la provincia y el municipio capitalino en las próximas elecciones. En este sentido, el affaire de Ulises es casi como el comienzo informal de la campaña electoral.
Esta no es una exageración. Todo hace suponer que el gobernador las convocará a mediados del primer semestre del próximo año, y que Llaryora hará lo propio. Ambos quieren curarse en salud de la segura debacle del Frente de Todos aprovechando, en simultáneo, la actual buena fama del oficialismo provincial. También estiman de que es necesario protegerse de una posible ola amarilla que, en las PASO de 2023, tiña las principales provincias argentinas, como más razón la de Córdoba. Si se aceptan estos supuestos, no falta mucho para comenzar a velar las armas. En este contexto, los errores no forzados deberían ser reducidos en toda su dimensión. A Llaryora le conviene continuar ayudando a la fortuna, si es que no quiere ser privado de sus mieles justo ahora, cuando más la necesita.