La interna de Villa María entre el intendente en uso de licencia, Martín Gill, y el exintendente y actual ministro de Industria y Comercio de la Provincia, Eduardo Accastello, quedó expuesta ayer cuando los dos concejales que responden al segundo no apoyaron la designación del concejal Pablo Rosso como presidente del Concejo Deliberante, cargo que automáticamente lo pone al frente del Ejecutivo municipal.
Hasta ayer la función la ejerció otro concejal oficialista, Carlos Del Falco, quien era el presidente del cuerpo el 1 de enero pasado, cuando Gill solicitó licencia de 179 días (a los 180 tendría que llamar a elecciones para buscar un reemplazo) para asumir como secretario de Obras Públicas de la Nación. En la práctica, Gill es el viceministro de Gabriel Katopodis, titular de Obras Públicas.
Con la abstención de los dos concejales accastellistas y de los cinco opositores de Cambiemos, el gillismo convirtió a Rosso, decano de la Universidad Tecnológica de Villa María en uso de licencia, en el nuevo intendente a cargo con solo cuatro votos de los leales al hoy funcionario nacional. Rosso es un dirigente muy ligado al jefe comunal licenciado, alineado con el gobierno nacional de Alberto Fernández, que ocupó el primer lugar de la lista de ediles de Hacemos por Córdoba. De Falco también es considerado “gillista”, pero no con el grado de cercanía de Rosso. La pulseada para evitar un resultado políticamente tan débil para el oficialismo se extendió desde las 11, hora en que estaba convocada la sesión en el Concejo, hasta pasada las 18.
Qué se juega
El telón de fondo del escenario político villamariense es local y provincial y se vincula con la interna peronista por la sucesión de Schiaretti en 2023: el exsecretario de Políticas Universitarias de Cristina Kirchner se posiciona como uno de los posibles candidatos a suceder a Schiaretti, junto a Martín Llaryora y Manuel Calvo, pero hoy está alienado en la vertiente albertista/caserista del peronismo cordobés.
En lo local, Accastello impulsa que Gill retome sus funciones en la ciudad o renuncie y llame a elecciones para completar el mandato, argumentando que el electorado villamariense se cobrará la decisión de su intendente de partir a Nación y que el peronismo terminaría perdiendo la ciudad, la tercera más importante de la provincia. El exintendente no oculta su interés en gobernar otra vez Villa María pero también tiene planes para su gente. Por caso, su pareja y exfuncionaria municipal, Verónica Navarro. En gateras, hay un empresario local interesado. Lo que está claro es que el ministro de Industria no hará nada sin la venia del gobernador Juan Schiaretti, con quien arregló los tantos luego de una década de distancia, y que será en definitiva el principal elector en una eventual elección en Villa María. Lo que dicen cerca de Gill es que el compromiso con Alberto Fernández fue por los 180 días de la emergencia, y que después hay final abierto. Según la Carta Orgánica de la ciudad, si la licencia del intendente supera los 180 días se convierte en ausencia permanente y por lo tanto hay que llamar a elecciones, en el caso de que quede más de un año para finalizar el mandato, como es el caso. Lo que dicen los corrillos es que la decisión de no votar a Rosso es un avance de lo que puede jugar Accastello si el actual secretario de Obras Públicas decide extender el permiso en junio.
A la par del malestar del gobernador con Gill por sus decisión de encolumnarse con Alberto Fernández y desde el albertismo buscar autonomía para jugar en Córdoba, el Centro Cívico no disimula que sobrevuela Villa María. En las últimas semanas, Schiaretti visitó la zona de influencia en dos o tres oportunidades, siempre acompañado por Accastello. Hasta ahora no ha coincidido con Gill, que suele regresar los fines de semana a su ciudad para monitorear obras o actividades.
Cerca de viceministro de Obras Públicas aseguran desconcierto ante el malestar de El Panal aunque admiten que el tema de los intendentes no es menor para El Panal. No solo Gill ha llevado jefes comunales al despacho de Katopodis sino que varios de ellos lograron citas por la propia, seducidos por la posibilidad de obtener obras para sus localidades. Aunque por ahora es poco lo que el Ministerio pudo destrabar, el prometido lanzamiento de un plan de financiamiento para obras pequeñas de hasta 5 millones, puede ser un nuevo punto de tensión (o de negociación) entre el intendente licenciado y el gobernador. De momento, la intención de Gill es no generar rispideces con Schiaretti. De allí la meditada decisión de no asistir o no al encuentro de dirigentes “rebeldes” que encabezó ayer el senador Carlos Caserio, en el marco del armado de la línea albertista del PJ provincial, con la cual podría enfrentar a Schiaretti en eventuales internas. Aunque durante los días previos se especuló con que no asistiría al plenaro caserista, finalmente (y con la banca de Wado de Pedro, que tuiteó un saludo) participó del cónclave.