Carlos Caserio puso primera en su armado provincial crítico al gobernador Juan Schiaretti y a Hacemos por Córdoba, y en los próximos días debutaría con una demostración de fuerza política que le permitirá mostrar, como un director técnico, al equipo que tiene parado para jugar.
En el Centro Cívico afirman que la movida del senador no hará mover la agenda política ni de gestión, y evitan evaluar en público el impacto de la grieta. Mientras tanto, algunos jugadores comienzan a posicionarse, explícitamente o no, en la primera puja que se presenta en el interior del PJ provincial desde que José Manuel de la Sota encolumnó a todos los peronistas cordobeses para ganar por primera vez el gobierno, en 1998.
Desde esa fecha, el peronismo cordobés cumple a rajatabla con una máxima: el que gobierna conduce en el peronismo. Una decisión que permitió a De la Sota y a Schiaretti sucederse en el poder durante veinte años sin sus diferencias políticas dieran pasto a la oposición.
Justamente esa frase es la que se le escucha decir a la legisladora provincial Natalia de la Sota cuando se refiere a la construcción del caserismo. La hija menor del fallecido gobernador se define como alineada con el gobierno del presidente Alberto Fernández, pero a nivel provincial se mantiene dentro del espacio Hacemos por Córdoba, que lidera Schiaretti y que contiene a sectores no albertistas, cuando no macristas. Una alianza creada antes de la tensión Schiaretti-Caserio (nació en marzo del año pasado, dos mes meses antes de las elecciones provinciales) pero su conformación con sectores del “progresismo” causó las primeras rispideces entre ambos.
Internamente, la legisladora De la Sota juega con Daniel Passerini, el delasotista viceintendente de la ciudad de Córdoba. Trabajan en tándem, la primera a nivel provincial y el segundo en la Capital, donde mantiene una interna con el secretario de Gobierno Miguel Siciliano, yerno de Olga Riutort, cabeza de playa de Caserio en Capital.
La joven De la Sota logró un buen posicionamiento dentro de Hacemos por Córdoba, y una cuota de independencia para hacer política de la que no gozan todos. Como consecuencia de segundo grado de la movida de Caserio, seguramente ese trato “preferencial” (obtuvo la vicepresidencia de la Legislatura provincial y la presidencia de la comisión de Desarrollo Social y Derechos Humanos) se mantendrá y se profundizará para contener posibles nuevas fugas. Aunque Caserio cuenta con tropa delasotista en su armado, como el caudillo de Alta Gracia, Walter Saieg, al que encumbró como secretario de Transporte de la Nación, el capitalino Dante Heredia, actual segundo en el Pami Córdoba y varios del grupo de legisladores provinciales que le responden (incluidos dos nazaristas), Natalia De la Sota considera que los funcionarios, concejales y dirigentes territoriales del delasotismo están alineados tras su conducción y la de Passerini. Esa alineación es la que quiere sostener El Panal por el momento.
Otro a quien beneficiaría la rebeldía de Caserio y su gente es al actual ministro de Industria y Comercio de la Provincia, el villamariense Eduardo Accastello, a quien en los últimos días el Panal viene levantando desde la gestión. Al igual que la legisladora capitalina, Accastello es “nueva incorporación” del schiarettismo, y su arribo al gabinete provincial significó su regreso al PJ luego de más de una década de jugar por fuera de la estructura partidaria.
Para el Centro Cívico, el hombre de Villa María es además el ariete frente a Martín Gill, actual viceministro de Obras Públicas e intendente de Villa María en uso de licencia, con quien el clima es casi tan frío como el que hay con Caserio. Gill pertenece al entorno del senador nacional, pero con juego propio frente al presidente Alberto Fernández. Quiere ser candidato en Córdoba en 2023 en un recambio para el que el Centro Cívico tiene planes propios. Hoy Accastello juega el juego de la Provincia mientras espera definiciones sobre lo que sucederá con la institucionalidad de Villa María y se acuerde el regreso de Gill o un nuevo llamado a elecciones, donde tiene su gente para hacer valer.
Otro de los actores que quedaron al medio de la tensión del PJ son los intendentes peronistas, que hasta ahora vienen moviéndose con libertad condicional para viajar a los despachos nacionales y presentar sus pedidos o proyectos. Seguramente habrá movidas del gobierno provincial para abroquelarlos en medio de la interna del PJ, lo que derivaría más temprano que tarde en una resolución en torno a la conducción del bloque de intendentes de Hacemos por Córdoba, para poner en marcha a su vez la Mesa Provincia-Municipios. Sin plata, que es el karma de la Provincia con su tropa pero también la trampa que deberá sortear Caserio y Gill cuando mueven intendentes hacia suelo porteño. Hasta ahora, y eso tranquiliza en parte al Centro Cívico, que observa que por fuerza mayor no se está repitiendo el esquema del kirchnerismo, todos los que viajaron a oficinas nacionales volvieron sin un cheque ni una obra para mostrar en sus respectivas comunidades.