Los liderados por Máximo Kirchner aseguran que no sabían que el presidente incluiría este asunto en la convocatoria a sesiones extraordinarias del Congreso de la Nación y que su madre, la vicepresidenta Cristina Fernández, tampoco estaba al tanto. Aparentemente tampoco conocía de las intenciones presidenciales el ministro del Interior, Wado de Pedro, otro reconocido dirigente de la agrupación K y que visita frecuentemente el despacho del primer mandatario.
Para el joven Kirchner y sus militantes el asunto tiene una importancia política relevante. La Cámpora planea utilizar las PASO en todas las provincias, especialmente las gobernadas por el partido justicialista, para dar batalla a sus gobernadores y posicionar a cuadros propios dentro de las listas legislativas que habrán de competir en octubre venidero. Tanto sea porque el camporismo logre porcentajes relevantes en las primarias o porque el peronismo sea forzado a franquearle lugares relevantes dentro de sus boletas ante la amenaza de que esto ocurra, es imprescindible que aquellas se realicen efectivamente.
Por las razones opuestas, los gobernadores presionan al presidente para suspenderlas. Temen que el kirchnerismo, dueño de importantes porciones del Estado y de fieles entusiastas, los desafíen en territorios que ellos consideran suyos por derecho dinástico. Una cosa es recibir noticias de los avances de La Cámpora en el seno de la administración pública o en la provincia de Buenos Aires y otra muy diferente es compartir el poder en sus propios distritos. Si hay algo que los mandatarios provinciales conocen es del apetito sin límites de esta agrupación. Tan pronto le abran alguno que otro portillo, más pronto que tarde sus integrantes intentarán desplazarlos de los sillones que actualmente ocupan.
Alberto, como es habitual, se encuentra en el medio de pujas que les conciernen a medias pero que no puede ignorar. Sorprendentemente, parece haber tomado parte por los gobernadores a despecho de su automático alineamiento con la expresidenta.
¿Qué es lo que lo ha llevado a cambiar de rumbo? Probablemente dos factores, en este orden. El primero, su renuencia a poner a prueba la popularidad de su gobierno en agosto, cuando es muy posible que las secuelas económicas de la pandemia no se hayan sublimado del todo. Mejor sería vérselas a cara y verdad en octubre cuando imagina (al igual que lo hizo Mauricio Macri en 2019) que la economía podría estar mejor que en el presente.
El segundo aspecto es mucho más conjetural y se refiere a cierta aspiración de autonomía. ¿Estaría el presidente diseñando un futuro de confrontación con La Cámpora y, por carácter transitivo, con Cristina? Si esto fuera así, su predilección por los gobernadores tendría un sentido profundo a condición, claro está, de que estos estuvieran alineados con esta clase de propósitos.
La realidad, sin embargo, no parece dar mucho crédito a esta suposición. Desde comienzos de su gestión, Alberto no ha hecho otra cosa que arrugar, cediéndole espacios al kirchnerismo más recalcitrante. La última claudicación ha sido el reemplazo de Guillermo Nielsen por el diputado K Pablo González en la presidencia de YPF, una de las últimas cajas disponibles para el Frente de Todos. Ninguna provincia, ni siquiera las petroleras, ha mostrado algún tipo de molestia con esta mudanza que, claramente, subordina la compañía petrolera a la vicepresidencia de la Nación.
Confrontar con La Cámpora bajo pretexto de las PASO puede que sea, más allá de los actuales amagues, un cul de sac político, en donde el presidente terminará cediendo una vez más ante los embates de sus aliados internos. Este potencial retroceso continuaría mermando su densidad política y, a modo de daño colateral, el apoyo de las provincias justicialistas. Otra consecuencia a tener en cuenta sería el mayor peso político del kirchnerismo en la Cámara de Diputados cualquiera fuere el resultado de las legislativas en detrimento del peronismo tradicional.
La Casa Rosada también tiene adversarios encarnizados dentro de la oposición. Juntos por el Cambio está dispuesto a cerrar filas ante lo que sus conductores consideran un inaceptable cambio en las reglas de juego electorales. Los gobernadores Morales y Valdez (de Jujuy y Corrientes respectivamente), que respaldan la suspensión, estarían no obstante dispuestos a abstenerse de militar la alternativa a efectos de mantener la integridad de la coalición a la que pertenecen.
La posición de los cambiemitas tiene más que ver con el cálculo político antes que con la defensa de la institucionalidad. Entre ellos, especialmente los que reportan a Macri, todavía hay muchos que se lamentan por no haber escuchado a quienes sugerían, como fue el caso del radical Alfredo Cornejo, a obviar las paso en 2019. ¿Qué hubiera sucedido de haber mediado tal cosa? Seguramente los resultados hubieran sido mucho más parejos. El aplastante triunfo del Frente de Todos en las primarias de aquel año dinamitó las variables económicas que, por entonces, comenzaban a fortalecerse, al tiempo que sumió en una profunda crisis al oficialismo.
El antecedente determina que nadie en JXC se muestre dispuesto a colaborar con Fernández y que, paradójicamente, sus referentes sean proclives a alinearse con La Cámpora si el asunto llegase a debatirse. Conceder esta chance significaría tirarse un tiro en los pies justo en una instancia en donde el gobierno podría ser derrotado, esto sin contar la oportunidad de acrecentar la cantidad de legisladores nacionales o, al menos, de mantener los actuales números. Debe recordarse que este año se renovarán los diputados que fueron electos en 2017, mucho de los cuales llegaron a sus bancas gracias a la buena elección de Cambiemos en aquella oportunidad. Asimismo, y dado que también dentro de la oposición existen múltiples ambiciones políticas, el contar con las PASO haría las veces de una civilizada puja de intereses, habida cuenta las tradicionales dificultades para organizar elecciones internas imparciales dentro de cualquier fuerza política.
Este estado de cosas también se aplica a la política cordobesa. Juan Schiaretti se sentiría más cómodo decidiendo en soledad el armado de las listas -aun cuando decidiera incluir uno que otro kirchnerista- antes de vérselas con ellos en las PASO. Seguramente, ante esta eventualidad, preferiría continuar con su aislamiento político respecto de los grandes temas nacionales y abstenerse de discutir públicamente con dirigentes tales como Gabriela Estévez, a quienes el peronismo mediterráneo considera como satélites lejanos de la constelación oficialista local.
Por el contrario, dentro de la tumultuosa entente opositora, el no contar con las primarias obligaría a acuerdos que muchos, principalmente Mario Negri, no están dispuestos a negociar. No es de extrañar, por lo tanto, que el diputado radical haya sido uno de los primeros en alertar sobre los riesgos de suspenderlas. Para él, las PASO representan una garantía de que podrá encabezar la lista de senadores nacionales y, merced al triunfo que ya descuenta, reclamar desde allí su derecho a la vicepresidencia, quienquiera fuese el titular del ticket ejecutivo hacia 2023.