La paridad que advierten los encuestadores no estaba en sus planes. Desde 2015 es reputado como uno de los mejores legisladores del país. Su rol como presidente del interbloque de Cambiemos primero y de Juntos por el Cambio después ha sido encomiado por propios y extraños. El sistema mediático nacional lo privilegia frecuentemente, buscando sus opiniones con frenesí y delectación. Negri se siente una auténtica bella donna de la política; la perspectiva de tener que lidiar con Juez (su virtual contracara) es un escollo tan molesto como imprevisto.
Lamentablemente la verdad es dura y no tiene remedio. Sus planes iniciales de presentar las PASO como una simple antesala de su triunfal paseo hacia el Senado se están agostando. Todo indica que durante las próximas semanas deberá luchar más de lo que suponía para ganarse el apoyo de los cordobeses en detrimento del exembajador ante Ecuador. Existe, además, un condimento adicional: se juega a todo o nada. Si pierde, deberá por fuerza abandonar el Congreso hasta el próximo turno.
Estas preocupaciones explican el interés mostrado por Mauricio Macri respecto a la interna en el distrito. La semana pasada, en un reportaje concedido a Cadena 3, el expresidente fue muy claro al manifestar su preferencia por las listas encabezadas por Negri y Gustavo Santos, respectivamente. El énfasis es consistente con los desmayos del negrismo en la coyuntura. Nada mejor que Macri para insuflar ánimos a quién ha prometido públicamente destruir “la madriguera” de Cristina, en directa alusión al predominio K sobre la Cámara Alta.
Es preciso advertir alguna cabriola en el reciente apoyo exteriorizado por Macri. Aunque su favoritismo por Santos nunca estuvo en entredicho, la predilección por Negri es mucho más reciente. En un primer momento se había decantado por Juez no obstante que, con el paso de los días, lo fue abandonando a su suerte sin mayores remordimientos. Seguramente por presiones del radicalismo (y también por comentarios de muchos dirigentes del PRO), Macri terminó haciendo exactamente lo contrario de lo que se había propuesto, en un principio, para las PASO. El hecho de que las listas de Negri y de Juez se encuentren mixturadas por dirigentes amarillos sin que se advierta, en principio, una estrategia genuinamente orgánica es un efecto colateral de estos malabares, hasta cierto punto incomprensibles.
Es lógico que Juez se sienta traicionado. Por tal motivo, y apenas conocido el operativo inflado a favor de Negri, proclamó desde Río Cuarto que “aquí en Córdoba votan los cordobeses (y que) los cordobeses no podemos permitir que los porteños nos digan cómo votar”, sin explicar, por supuesto, de porqué nada dijo cuando el apoyo macrista era para él o cuando ahora reclama que Patricia Bullrich (tan porteña como Macri) salga a su rescate. Se advierte que, para el actual diputado nacional, las interferencias de los porteños no son tales cuando el beneficiado es él mismo, pero que se tratan de auténticas afrentas cuando los favorecidos son los demás.
De cualquier manera, Juez ha encontrado en este asunto un pretexto para hacer lo que mejor le sale: victimizarse. Al tradicional molino de viento de su lucha contra corrupción puede sumarle ahora el freno a la intromisión en los asuntos internos de la provincia. No será una sorpresa que, en los próximos días, fatigue el cordobesismo a niveles de chauvinismo.
Sin embargo, y más allá de los selectivos enojos del precandidato, es cierto que Juez goza de una ventaja más o menos única en la provincia, con la única excepción de Juan Schiaretti. Goza de un apoyo genérico de alrededor de entre un 15 a un 20% del electorado, independientemente de si un día es de izquierdas u otro de derechas, si alaba a Néstor Kirchner o termina jugando para el PRO. Estos porcentajes no sirven para ganar una elección, como es obvio, pero sí pueden ser determinantes para una primaria. Negri no cuenta con una lealtad semejante pese a una coherencia que, sin ser perfecta, es decididamente superior a los meandros de su oponente.
El pulmotor macrista llega en un momento en el que la evolución de JpC es seguida con especial interés desde el Centro Cívico. El gobernador se encuentra resignado a un cómodo triunfo de la coalición opositora, pero esto no significa que no tenga una estrategia nítida. Esta consiste, precisamente, en quedarse con el senador por la minoría en detrimento de idénticas aspiraciones de Carlos Caserio, el candidato del Frente de Todos. Y, para lograrlo, necesita convencer a los votantes moderados (el zoológico en el que cazan los cambiemitas) que apoyen a la señora Vigo antes que a los referentes del macrismo, recordándoles el atributo de opositor que él también ostenta frente al gobierno de Alberto Fernández.
No por previsible la jugada deja de ser inteligente. Desde hace tiempo los votantes de JpC optan por los candidatos del peronismo en las elecciones provinciales sin ponerse colorados. Solo hay que convencerlos (o, al menos, a una parte de ellos) que también en las nacionales es un buen negocio acompañar a los laderos del gobernador. Para esto, se entusiasman en torno a Schiaretti, nada mejor que tenerlo a Juez al frente. Para muchos simpatizantes macristas, especialmente aquellos enrolados en el PRO, votarlo es una especie de cólico estomacal. Sus groserías, arbitrariedades y fruslerías son todo lo contrario al imaginario de alguien que cultiva un talante moderado y liberal. Si Negri no llegara a estar en el lugar donde se supone que debe estar, no es descabellado sugerirles enfáticamente que migren hacia la previsibilidad republicana del justicialismo mediterráneo y que muchos terminen haciendo caso al convite.