Es relativamente comprensible que Alberto Fernández no entienda al peronismo cordobés. El fue parte –y después de un lapso de tiempo, vuelve a serlo- de un gobierno nacional que idealizó los ’70, mientras Córdoba, no solo el PJ, capitalizó aquella experiencia e hizo su aprendizaje: de esa década, también infame, mutó de la provincia que tuvo el peor peronismo a la actual, que muestra, en el menú de distritos justicialistas, la de mayor calidad institucional.
Puede que también lo suyo sea un lapsus. Cuando en la campaña electoral Mario Pereyra debió soportar –en soledad- en la góndola de Cadena 3 los embates del malhumor de Alberto F., el entonces candidato reconoció, a pesar de todo, que si bien desconocía la trama fina de los sucesos del 3 de diciembre de 2013 (autoacuartelamiento policial y saqueos y caos durante 48 horas en la ciudad) y, en particular, si fue deliberada la omisión de enviar el acantonamiento en Jesús María de Gendarmería Nacional, la simple omisión había sido un error grave.
Aquel fue el episodio que simboliza el destrato de CFK a Córdoba e incluso posterior al término “cordobesismo” que acuñó De la Sota en el festejo de su triunfo electoral de 2011. Pero, lamentablemente, no el único, el primero ni el último. En los ’90 Eduardo Angeloz había cedido graciosamente el 15% de la coparticipación a cambio de la asistencia federal al déficit previsional de la Provincia. Cristina nunca correspondió a esta obligación o, en su defecto, al reintegro del 15% cedido. Debió mediar final y tardíamente un fallo de la Corte Suprema, dos días después al balotaje que sacó al kirchnerismo del gobierno.
El sufragio, como se sabe, es un genérico de dos caras, como el rostro mitológico de Jano: voto y veto. En el balotaje de 2015 los cordobeses de esta ciudad le dieron a Macri el 75% -72% en el promedio provincial-. Pero bien visto tan inexplicable entusiasmo, fue un veto al kirchnerismo. Mal entiende, pobre Macri, que ésta es la capital del macrismo. Córdoba es, por razones entendibles, la capital de antikirchnerismo. Que saquen debida cuenta quien es aún presidente y quien lo será desde el 10 de diciembre. Para que el primero no teja infundadamente un futuro –si lo tuviera- venturoso en esta provincia y para que el segundo, perplejo, no busque explicaciones escondiendo errores propios y ajenos debajo la alfombra.