Luis Juez finalmente tuvo su acto por el aniversario de lo que él considera un fraude. Es parte de la liturgia del Frente Cívico: dar por sentado que, en las elecciones provinciales de 2007, su líder fue víctima de una trampa colosal, urdida en sordina por la justicia y por la oficialista Unión por Córdoba. Quizá sea por mantener este dogma -nunca probado- que el evento haya sido calificado por el actual senador como una “misa”, es decir, una manifestación de fe. No hay mejor definición que esta.
El radicalismo fue el gran ausente a la convocatoria. Sus dirigentes podrían argumentar, sardónicamente, que ellos no asisten a misas políticas debido a la tradición laicista del partido, pero esto no sería verdad. Los radicales no acudieron simplemente para no testar a favor de la candidatura de Juez. Y el acto de Hindú Club fue, precisamente, eso: un lanzamiento dentro de la interna dentro de Juntos por Córdoba.
No es un secreto para nadie que la UCR tiene dudas colectivas respecto a Juez. Ya se ha escrito mucho respecto a esta inquina. La propia recordación del “fraude” que postula el juecismo como una verdad revelada es una afrenta hacia la centenaria agrupación. Por aquel entonces, Juez acusó al radicalismo de ser cómplice del peronismo en el expolio. Hasta fijó el valor que habría tenido la transacción: siete millones de pesos. Inflación mediante, la cifra puede parecer poca cosa en el presente, pero en 2007 constituía un monto considerable. Mario Negri, sindicado como el responsable de la infamia, prometió llevarlo ante la justicia, cosa que finalmente no ocurrió.
Aunque el tiempo pueda curar cualquier herida, los radicales son esquivos a la hora de aceptar que deben sumarse, sin más, a la procesión que Juez desea liderar. El pifie de las encuestas en Marcos Juárez han dado nuevos bríos a quienes sostienen, dentro de la fuerza, que no debe darse crédito a los números que postula el senador como legitimación de sus ambiciones. En palabras simples: no hay margen para que algún estudio de opinión pública defina el candidato a gobernador dentro de Juntos por Córdoba.
Esto supondría que una interna sería la única vía posible para que los interesados contaran los porotos democráticamente; sin embargo, esto supondría que, al menos, existieran dos para disputarlas. Se descuenta que Juez daría cualquier batalla (no deja de repetirlo todo el tiempo), pero por el lado de los radicales esto no está del todo claro, al menos todavía.
Opciones reales no hay muchas y, probablemente, la mayor parte de la UCR acuerde que solo Rodrigo de Loredo tiene chances de ser candidato. Cualquiera, en su lugar, podría sentirse feliz de tener esta posibilidad ad-portas, especialmente si se considera la potencia territorial de la fuerza, pero el asunto no es tan lineal para el diputado nacional.
Ocurre que De Loredo es muy joven, un dato biográfico que le permite calcular múltiples posibilidades en el futuro, y que también tiene la chance de disputar la intendencia de la ciudad de Córdoba que, con seguridad, Martín Llaryora dejará vacante para intentar suceder a Juan Schiaretti. En términos estrictos, tal vez tenga más chances de recuperar ahora el municipio para el radicalismo que desalojar al PJ del Panal.
Esta posibilidad obra en sus cálculos, como no podría ser de otra manera. Esta es la razón por la cual De Loredo ha convocado a su propio acto en el comedor universitario el venidero 1° de octubre. Será un evento radical, al que se espera asistan la crema y nata del partido, y la respuesta de facto a la reunión del Hindú Club pese a que, se descuenta, también Juez estará invitado.
¿Cuál será la tónica que se adoptará? Sin la excusa de ningún fraude a modo de consigna, el diputado tendrá que brindar a los suyos lo que estos esperan, es decir, un proyecto político. No es preciso ser demasiado sagaz para comprender lo que tal cosa significa. O la gobernación o la intendencia. Tal vez no se lo diga explícitamente (sería declarar formalmente que la interna ha sido lanzada), pero no la definición no quedará demasiado lejos. Debe considerarse, adicionalmente, que existe una amplia gama de correligionarios que están esperando este gesto para pintarse la cara. Juez es un revulsivo para la mayor parte de la UCR.
Este es un hecho que el senador comprende como el que más. Quizá por esto haya aclarado frente a su militancia que “esta es la última vez que nos vamos a juntar como Frente Cívico, porque somos parte de una construcción más grande, más plural” y que, esta vez, “no vamos a permitir que nos dividan”. Para él, las ojerizas contra el radicalismo son cosas del pasado. O, al menos, es lo que desea hacer creer a sus socios.
Quienes no tuvieron empacho en compartir el rito juecista fueron los demás integrantes de JxC. Llamativamente se congregaron en torno a Juez el PRO, los lopezmuphistas y el lilismo. Muchos de ellos, en privado, conceden que el mito del fraude es un caramelo para consumo exclusivo del senador y sus seguidores, pero, aun así, decidieron concurrir. Entre otras posibles definiciones, la política es el arte de las apariencias, por lo que no puede negarse el favor protocolar a alguien que, por más afiebrados que sean sus argumentos, tiene chances de disputar en serio el gobierno provincial. Por añadidura, ninguno de ellos tiene chances de dar pelea, lo cual simplifica la ecuación. En breve devolverán la gentileza con los radicales, al estilo de una comisión de homenaje permanente. Hace tiempo que la centroderecha mediterránea se encuentra atascada entre las contradicciones de un peronista sin partido y de radicales nostálgicos del poder.