Lo que sí posee, en abundancia, son dólares, que no vacila en prestarlos a países que considera amigos. La Argentina es considerada como tal a raíz de su participación en la denominada Primera Guerra del Golfo Pérsico en 1990. La historia indica que aquella estalló cuando el ejército Saddam Hussein invadió Kuwait pretextando antiguas reivindicaciones territoriales. El entonces presidente George Bush organizó, bajo el paraguas de las Naciones Unidas, una coalición internacional para enfrentar al dictador y liberar al pequeño reino del yugo iraquí. Carlos Menem, entreviendo una oportunidad histórica para reposicionar a la Argentina en el mundo occidental, decidió unirse la entente y ordenó el envío del destructor ARA Almirante Brown y la corbeta ARA Spiro para que integraran la fuerza multinacional.
Gracias a aquella participación, Kuwait amplió a la Argentina los alcances de un fondo especial de desarrollo originalmente pensado como un gesto hacia los países árabes más pobres que habían integrado la coalición. Este es el origen del dinero que habrá de traer las aguas del Paraná, de reminiscencias menemistas.
La obra, de por sí, tiene proporciones colosales y, de hacerse realidad, sería la culminación de la extensa obra de gobierno de Schiaretti. Puede que Córdoba sea una región feraz, en donde se producen oleaginosas y cereales que alimentan al mundo, pero esto no significa que se encuentre particularmente dotada de recursos hídricos, especialmente de aquellos necesarios para la vida humana. De hecho, buena parte de su geografía depende del abastecimiento de embalses artificiales y otra tanta de perforaciones. Una ciudad tan importante como San Francisco, por ejemplo, necesita de un acueducto desde Villa María para cubrir sus necesidades, mientras que esta tiene al Río Tercero como su principal fuente de suministro. Sin embargo, ni este ni los demás ríos cordobeses poseen un caudal suficiente para garantizar agua segura durante todo el año, un déficit que se vuelve aun más complejo en épocas de sequía.
A diferencia de otros tipos de financiamientos, el kuwaití no depende de variables que no pueda manejar el gobierno de Córdoba. Los responsables del fondo ya han prestado plata a la jurisdicción y no han tenido sorpresas, por lo cual es muy probable que los desembolsos se realicen en tiempo y forma. Esto equivale a decir que Schiaretti podrá iniciar la ejecución de las obras en los plazos ya establecidos en el proyecto, con el consiguiente rédito político. Y, aunque es poco probable que el acueducto sea finalizado antes de 2023, el gobernador podrá afirmar, sin que pueda ser contradicho, que fue el responsable primario de una obra fundamental para el futuro de la provincia.
Este sería un nuevo hito en su gestión que se sumaría a tantas otras, unánimemente reconocidas. Además, y a despecho de lo que muchos han sostenido durante tanto tiempo, las amortizaciones comprometidas no afectarían el presupuesto provincial en forma significativa ni lo condicionaría en modo alguno, como sí lo hizo la Central Hidroeléctrica Yacyretá, por ejemplo, con sucesivas administraciones nacionales hasta su finalización en 1994.
Lo cierto es que el perfil de realizador del gobernador se potenciará conforme la obra alcance difusión nacional y, de seguro, marcará nuevos contrastes con la gestión de Alberto Fernández, completamente empantanada en sus contradicciones internas y en la crisis económica sin final que la condiciona. Córdoba parece seguir una agenda razonablemente autónoma, sin grandes fisuras ni problemas insolubles en un contexto, de más está decirlo, sumamente complejo. A este respecto, vale la pena detenerse en lo ocurrido el martes de la semana pasada en la Fundación Mediterránea, en donde disertaba Schiaretti. Allí dijo, entre otras cosas y frente a numerosos dirigentes cambiemitas, que la “la oposición en Córdoba es cuidadosa, cuida al Estado”. Como bien señala el periodista Adrián Simioni, “¿se imagina a Cristina, Mauricio y Alberto escuchándose entre cualquiera de los tres? Argentina año verde.
A las gestiones de Schiaretti en Kuwait debe sumarse, asimismo, lo sucedido ayer en el estadio Mario Alberto Kempes, en donde se enfrentaron Boca Juniors y Tigre en la final de la copa de la Liga Profesional del fútbol argentino. Más allá del resultado, lo inédito del acontecimiento es que participaron las dos hinchadas sin que se produjera ningún tipo de incidentes y con un impecable operativo de seguridad. Toda la Argentina pudo ver el espectáculo, cancelado desde hace tanto tiempo en todas partes, de dos rivales disputando un partido de fútbol con el marco imponente brindado por sus respectivas parcialidades.
¿Alcanza todo esto para configurar una visión de Córdoba como un ejemplo a seguir por el resto del país? Hace rato que la provincia tiene el mote de antikirchnerista pero, ahora, existe la oportunidad de que esta característica pudisese virar hacia la categoría de contra modelo, demostrando que lo que sucede a escala nacional (incluso la famosa grieta) no es una maldición bíblica sino el resultado de prácticas políticas e ideas equivocadas.
Esto requeriría de dos cosas, en este orden: la primera, que alguien, presumiblemente Schiaretti, se dedicara a militar activamente esta visión, proclamando sus virtudes fuera de la provincia, así como lo intentaron, cada uno a su turno, Eduardo Angeloz y José Manuel de la Sota; la segunda, que la opinión pública efectivamente comprase la singularidad del modelo cordobés y exigiera que fuera replicado urbi et orbi tan pronto como fuera posible.
En teoría es posible. No obstante (y como hemos venido sosteniendo desde esta columna) faltan por ahora las poleas de transmisión de esta potencia en bruto hacia el resto del país. Es un desafío que el gobernador ya ha dicho que pretende enfrentar. El dilema por resolver es como lo hará efectivamente y si podrá independizarse a tiempo del aura comarcal que todavía lo constriñe. No puede olvidarse, a este respecto, que la “isla” angelocista no terminó bien y el cordobesismo de De la Sota no sirvió para mucho más que para triunfar localmente en las PASO de 2015. Hace tiempo que los referentes autóctonos pretenden exportar las supuestas ventajas políticas de las que goza el distrito. ¿Podrá Schiaretti triunfar allí donde sus predecesores fallaron? Méritos no le faltan y, por lo que se advierte, continuará aquilatándolos. Será inexorable que comience a llevar agua para su molino, más pronto que tarde, así como ha comenzado a hacerlo con las aguas del Paraná desde el desierto kuwaití.