El PJ está a cargo hoy de Oscar González ante la deserción de Carlos Caserio que saltó al kirchnerismo. La suerte del ex senador nacional está echada, no por alguna disposición de ánimo especial del oficialismo partidario, sino por los términos, muchas veces insultantes, del punillense hacia sus adversarios internos, para colmo con magros resultados en las primarias y en los comicios del 14 de noviembre.
Sin embargo, hay dirigentes de otros departamentos del interior provincial que pasaron a revistar en el kirchnerismo en la emergencia electoral, pero pueden retornar para disputar en el tramo de autoridades de circuitos.
Se comenta con insistencia que el candidato para presidir el partido será Juan Schiaretti. La versión cierra por donde se la mire. 1) En la segunda mitad de su tercer mandato frente al Ejecutivo provincial, el gobernador tiene resuelto volcarse al escenario nacional, en lugares protagónicos o como elector importante, y esa presidencia le da un título agregado. 2) Todo indica que los dos años que le quedan en el poder al kirchnerismo serán extremadamente complejos y de declive. 3) El proceso de trasvasamiento generacional que operará en el PJ en 2023, luego de un cuarto de siglo en el poder provincial, será harto complejo y de resultados para nada claros. Por eso, desde la conducción del partido Schiaretti podrá ejercer de tutor y moderador de disputas internas, por más que hoy aparezca con cierta nitidez la candidatura de Martín Llaryora.
El gobernador comparte con el desaparecido De la Sota haberle arrebatado la segunda ciudad de la provincia, Rio Cuarto, al radicalismo, un coto histórico de la UCR, y tiene derecho pleno a reivindicarse como exclusivo haber hecho otro tanto con la Capital provincial, cierto que a expensas de los tiros en los pies que se auto propinó el partido de Alem y sin desconocer los méritos de Llaryora, rápidamente revalidados en sus dos primeros años en el poder.
No obstante, la nueva generación de dirigentes peronistas no se templó en la forja de las sucesivas derrotas, como lo hicieron De la Sota y el “Gringo” Schiaretti, cuando el radicalismo de Eduardo Angeloz era amo y señor de las elecciones.
Este dueto supo administrar sus tensiones internas para beneficio del partido. Ellos fueron los hacedores del partido moderno que es hoy el peronismo. Baste recordar que hasta ellos, los peronistas notables fueron un porteño que cayó en Córdoba desde un paracaída, como el brigadier Juan Ignacio San Martín, y Raúl Bercovich Rodríguez. Este, para acreditar su candidatura a gobernador en 1983, exhibió haber sido interventor federal en 1975, sucediéndole con el mismo título al brigadier Raúl Lacabane, un subproducto del “Navarrazo”. Este “activo” electoral hoy luciría como una mácula.
No existe ni un atisbo de que el intendente Llaryora se proponga restituirle al sindicato municipal la séptima hora que se correspondió a una quita salarial proporcional. Pero a ningún observador de los avatares del poder político del Palacio 6 de Julio con el belicoso Suoem, se le escapa que en la campaña electoral de Rubén Daniele para retomar formalmente el poder gremial el próximo año, prometa con seguridad recuperar esa séptima hora y su correlato salarial. Esos dichos se escuchan en los pasillos municipales, aunque pocos den crédito a que el intendente resulte “víctima de sus propios éxitos”.