Mauricio Saillen solicitó que el juez federal Ricardo Bustos Fierro le permita ejercer la representación sindical; mientras aguarda el juicio oral por el abanico de delitos graves que se le imputan a él y a una docena de miembros de la comisión directiva del Surrbac, el gremio de los recolectores de residuos de la provincia. La espera la transita en la cabina del camión del Córdoba Obras y Servicios (Coys), el ente gestionado por la peronista Victoria Flores.
Desde allí, el secretario general suspendido se mueve entre los afiliados con la convicción de que ninguno cree que haya malversado los aportes de sus cuotas sindicales o incurrido en usura o asociaciones ilícitas. En sus redes sociales realiza largos decálogos al respecto. “Los que decían que usábamos discrecionalmente los recursos no dicen que siempre existió liderazgo”; “Fueron muchas las intenciones de quebrar la relación entre este compañero y el resto, está más que claro que no pudieron”; son algunas de las frases que publica en sus redes y que pretenden reforzar la idea de que su credibilidad (y poder) siguen intactos.
Cierto es que poco cambió en el sindicato desde la detención y el escándalo por presunta corrupción que involucró a los jefes del Surrbac, al punto que funcionarios y otros sindicalistas locales coinciden en esa afirmación. Mucho tuvo que ver la intervención de cartón pintado que designó el Ministerio de Trabajo de la Nación, pero fundamentalmente cómo se conjugaron factores internos y externos.
La detención de Saillen se leyó como una oportunidad del camionero Hugo Moyano de cobrarse una vieja factura. Se especuló con que el capo gremial aprovecharía la debilidad objetiva para recuperar esos afiliados que el titular de la CGT Rodríguez Peña le arrebató. Sin embargo, la saga de fracasos políticos del “dirigente ejemplar”, como se refirió a Moyano el presidente Alberto Fernández, hace pensar que los Saillen pueden respirar tranquilos. Si camioneros puede contar algún éxito reciente es por su vinculación con el poder central porque sus actuaciones vaticinan el ocaso de un modelo extorsivo, tal como se verifica en el resultado negativo para el sindicato de los bloqueos en MercadoLibre y Wal-Mart en Buenos Aires.
Sin amenazas externas, al menos por ahora, los Saillen se enfocan en el “plan fénix”. Con Saillen padre ejerciendo presencia simbólica, el ejercicio del poder real recae en sus hijos, Franco y Juan Saillen. Este último, en especial, se ha encargado de trabar acuerdos basados en el diálogo con la gestión municipal de Martín Llaryora, primero, por una necesidad de cobertura ante la incertidumbre que abrió la detención de su padre y la intervención del sindicato y la mutual; después, porque en este trabajo colaborativo encontraron la forma de mostrar gestión sin plata. Toda una novedad para la conducción del Surrbac acostumbrada a brindar millonarias fiestas a sus afiliados y hacer gala del superávit de recursos. Con las cuentas embargadas, aprovecharon las herramientas que les ofreció el peronismo municipal.
No sufrieron recortes salariales como si tuvo el Suoem, pero aceptaron reforzar la carga laboral en el Coys. Flores amplió las prestaciones casi con el mismo presupuesto, aunque se autorizaron 120 efectivizaciones y se contrataron nuevos agentes en un número similar (estos datos los proporciona el propio Mauricio Saillen en sus redes). También, la paritaria de los recolectores fue más ventajosa y, recientemente, el Surrbac aceptó que una parte de los salarios se puedan cargar en la Tarjeta Activa. La adhesión de un gremio grande sirvió de incentivo para que otros se sumen, tal como pretendía Llaryora.
Como se observa, los ejemplos de buena convivencia se multiplican, incluso comienzan a extenderse a las arenas de la política. Los hermanos Saillen continúan moviéndose en el territorio a través de la asistencia social en los barrios y los centros vecinales que les responden, entre ellos, el de Villa El Libertador. A los suyos anticipan que jugarán en este turno electoral, aunque ninguno de ellos estará en la boleta. “Vamos a pelear para que un trabajador gane un lugar en las listas”, repiten los hermanos Saillen.
Sobre sus preferencias, ya hay indicios que sugieren dónde jugarán. Al trato dialoguista con la gestión de Llaryora se suman contactos con concejales del riñón de la diputada Alejandra Vigo y cabeza de lista de senadores de la boleta de Hacemos por Córdoba. Claro que las reuniones no se muestran con intenciones electorales, sino bajo el paraguas de preocupaciones comunes, como la reconversión laboral o la violencia de género.
“Conversan con todos los sectores”, dicen encumbradas fuentes de las oficinas gremiales de barrio General Paz. Aunque, recuerdan que la “familia” gremial no se olvida del desmarque de los miembros del Frente de Todos en plena campaña electoral de 2019, cuando estalló el escándalo judicial de Saillen padre. Varios dirigentes de la boleta retiraron su apoyo a Franco Saillen, entre ellos, el entonces candidato Alberto Fernández y el tigrense Sergio Massa. Aparentemente, de ese desprecio no se vuelve y explica los guiños al PJ del gobernador Juan Schiaretti.
Con Saillen padre complicado todavía, los hijos exploran las potencialidades de nuevas alianzas políticas. El bajo perfil (sindical y electoral) es la clave para llegar al 2022, momento en que se deberá definir la conducción a través del voto de los afiliados.