Sus 64 años fueron los más prolíficos del periodismo argentino: pasó por todos los formatos haciendo cosas distintas. El gordo Lanata fue un crack del que todos fuimos sus Salieris.
(Sí, sí… tantos dirían como Salieri: “cómo lo odio, pero qué bien lo hace”).
Con 27 años, dirigiendo Página/12, renovó el periodismo argentino (por lo menos), con una formato tabloide alargado que no existía (cuando los diarios “serios” eran todos tamaño sábana), con una tapa con un tema central, un chiste arriba a la izquierda y un “pirulo” (texto breve) que era imprescindible de leer.
Las fotos y los títulos de Página/12 eran distinto a todo, los epígrafes tenián dos líneas (una descriptiva, otra “editoral”), tenía columnistas cortos y se dijo lujos como una portada en blanco que dijo más que todas las editoriales juntas sobre el Indulto.
Cuando Menem lo hostigó por “amarillista”, Lanata, el Gordo, le imprimió al otro día un diario en papel amarillo que se llamó Amarillo/12, rompiendo la barrera de cambiar el nombre de la publiación.
Las contratapas de Página/12 podían juntar firmas increíbles como Osvaldo Soriano, Tomás Eloy Martínez o Eduardo Galeano. Ah… y el diario -porque no le daba bola a los deportes- no salía los lunes, ideal para descansar la redacción los domingos.
De su paso por la revista Veintiuno (que luego se llamó Veintidós y Veintitrés) recuerdo la vez que para graficar El Agujero Negro (del presupuesto nacional) hizo imprimir la edición (adaptando todas las notas ¡y las publicidades!) a un orificio central.
También nos otorgó a todos (con la edición respectiva de la revista) un DNI del Boludo y fundó y fundió medios como la revista Ego y el diario Crítica de la Argentina.
De su paso por la TV lo recordamos por PPT, pero tuvo ciclos memorables como Día D y Hora 25 y ciclos como BRIC y 26 personas para salvar el mundo.
En radio era un clásico para los porteños desde Mitre con su Lanata sin filtro, hizo cameos en cine, trabajó en teatro de revistas, grabó publicidades de radio y escribió libros de historia.
Hizo tanto que casi hizo todo. Y casi todo lo hizo bien. Y todo lo hizo con pasión. Su autobiografía -escrita por Luis Majul- ahonda en su vida amorosa donde también vivió intensamente y en sus consumos tempranos de drogas y siempre de tabaco.
Lo amamos, lo envidiamos, lo criticamos, lo idolatramos. Muchos lo odiaron. De las tantas cosas que dijo, me quedo con dos que me vienen a la cabeza ahora: “Es fácil opinar desde abajo cuando es otro el que esta arriba del ring cagándose a piñas” y “los diarios deberían salir solo los días que hay noticias”.
Solo le sobraron seis meses a su vida.
Debería haber muerto arriba de un avión, como Gardel.