“Durante 20 años nos dedicamos a crecer en tamaño pero siempre partiendo de la base que lo que venía de antes era indiscutido, pero llegó el momento de la re-evolucion simple, como decimos acá. El tiempo de lograr que el producto que sea superior a la media del mercado para alcanzar la posición del liderazgo para que la gente te prefiera”, refuerza.
Formica forma parte del servicio técnico, es especialista en campo e integrante del equipo de desarrollo. “Buscamos que el equipo esté aislado lo menos posible, saber escuchar es el secreto”, dice.
El MDD-100, cuando la clave es hacer sintonía fina
“Múltiples distancias y direcciones”. Ese es el significado de la sigla del cabezal maicero con el que Mainero está reforzando su fama de “innovador serial”.
Se lanzó en Palermo en 2013 y se empezó a entregar en 2014 tanto al mercado interno como para exportación. Incluso los dos primeros cabezales se vendieron a Sudáfrica, algo inédito en la historia de la firma.
La idea estaba terminada poco antes de 2010 pero que estuvieron 4 años probándola en campo. Hoy Mainero gana premios internacionales con su invento y le gana mercado a las grandes del sector.
“Con la revolución tecnológica las distancias entre surcos de siembra fueron cambiando y surgieron en cada mercado diferencias. En Argentina, Sudáfrica, Estados Unidos, Australia había una ensalada de distanciamiento y nosotros como fabricantes hacíamos 10 medidas distintas. Entonces nos surgió la idea que vaya en contra a lo que apuntaba el mercado en los últimos 20 años: la alta especificidad. Había que hacer algo especial para cada necesidad”, explica sobre los orígenes del producto.
El concepto de MDD-100 es el de versatilidad y flexibilidad, “que el productor pueda cosechar independientemente de las distancias y esto significaba barajar y dar de nuevo”, dice.
La manera de hacerlo era rediseñando las piezas que componían un cabezal estándar. “Sintonizamos finamente las piezas y logramos que el cabezal pueda absorber la diferencias de distancia (que pueden llegar a 26 cm) sin perjudicar la velocidad de avance de la máquinas, mejorando la productividad… haciendo una re-evolución simple”, resume.
El invento de Mainero permite hoy que las cosechadoras puedan trabajar sin problemas en los rincones de un lote o que puedan tomar una curva e incluso trabajar en zonas con agua.
“El hito es haber ingresado al mercado americano (2015), que es productor maicero por excelencia en el mundo. Allí para para vender tenés que ‘robarle’ a John Deere o New Holland, porque ellos venden la máquina pero el cabezal es un implemento relevante (NdR: promedia el 20% del precio de la cosechadora)”, explica.
Y culmina: “La innovación nos abrió la puerta y hoy nos piden las ventajas del MDD 100. Es un mercado muy exigente en cuanto a calidad constructiva: los americanos quieren robustez, después performance y después post venta y recién ahí te van a comprar”, dice. (GL)
El MDD-100, la carta para ganarle mercado a las grandes (Marcos Formica - Servicio técnico e integrante del equipo de desarrollo)
A fines de los ‘80 y, sobre todo, en la década del 90 se incorporó mucha tecnología y la Investigación y el Desarrollo cambió el sector agropecuario. “El proceso de prueba y error que se venía dando en el campo pasó de desarrollar todo a yunque y martillo a potentes herramientas de diseño; se metió la electrónica y mecánica de avanzada en las agromáquinas”, recuerda Formica, un ingeniero zootecnista nacido en Marcos Juárez y parte del equipo de desarrollo del MDD-100, el último gran invento de Mainero, dueño de la propiedad intelectual de esta innovación