Marcela Lovegrove es la pionera en nuestro país en el arte de fotografiar alimentos y platos preparados como parte de la estrategia de marketing de las empresas. En 1978 comenzó haciendo producciones para reconocidas marcas de hamburguesas, pastas, pizzas y helados. “Trabajé para Mc Donald´s, Freddo, Molinos, Lucchetti, Coca Cola, Knoor y Nestlé, entre otras”, dice la especialista.
El food styling no es una tendencia nueva ni una moda, es un oficio que nace de la mano de la publicidad gastronómica. La publicidad hizo un clic cuando las recetas dejaron de ser dibujadas e ilustradas para ser fotografiadas.
“No existe hacer una foto de una comida o un comercial de televisión si no está la food styling, porque es la profesional encargada de conseguir los alimentos, prepararlos, cocinarlos, armar la ambientación y evaluar si hay que introducirle algún efecto especial”, explica Marcela desde Buenos Aires.
El costo de un trabajo de food styling para una empresa de primer nivel va entre unos US$ 50 a 1.000 la jornada de trabajo. Esto sin considerar los gastos en viáticos, utilería (cubiertos, vasos, platos, flores), y los costos de comprar los alimentos para las preparaciones.
Este oficio se monetiza de acuerdo a la posición del food styling en el mercado. “A lo que cree que tiene que ganar y a su poder de resolución. Si tengo que hacer una foto de helado o de pizza, que es algo difícil y que no todo el mundo puede resolverlo, esta campaña la cobro mucho más cara porque sé que tengo mucha experiencia en este rubro”, señala.
“La expansión de las redes sociales hizo que el food styling se popularice y está en todos lados desde el envase de los alimentos que comprás, en los comerciales de televisión, en los recetarios, en los libros y en las redes”, reflexiona Lovegrove. Las redes sociales son el medio más barato para hacerlo pero el menos exigente.
La diferencia es que si bien cualquiera puede hacer una foto de una preparación para redes, no tiene incorporado técnicas específicas. “En cambio en la food styling uno prepara y cocina la comida para ver, no para comer. Si pongo una preparación ante una cámara quiero que se vea rica, apetitosa y sabrosa”, distingue. La food styling trabaja con un equipo, el fotógrafo es el que ilumina, el que tiene las lentes y el que ayuda a crear los climas.
La buena imagen vende
La empresaria viene a Córdoba a dictar dos talleres, el 6 y 7 de abril, con el objetivo de profesionalizar este oficio. “La capacitación está destinada a todos los que necesiten mejorar la imagen de las marcas con las que trabajan, desde diseñadores, fotógrafos especializados en gastronomía, publicitarios, cocineros, cheff, blogueros y publicistas”, enumera Marcela.
Los talleres consisten en descubrir el mundo del food Styling y en abordar este oficio tanto para el mercado publicitario como para el editorial. La parte práctica la desarrollará con la fotógrafa cordobesa Valeria Rinaldi, donde se explayarán sobre el proceso creativo de hacer una foto; considerando desde los fondos en los que apoyan la comida, la importancia de un ángulo y por qué se encuadra de una manera y no de otra. “Y también cómo se llevan los colores, las proporciones y cuál es el orden para tomar todas esas decisiones”, explica Lovegrove. El costo de los talleres es de $ 4.000.
El food styling lo que tiene que hacer es entender qué es lo que se quiere mostrar y saber cuáles son los deseos de un gerente de marketing. “Saber que necesito hacer un bizcochuelo húmedo, oscuro, alto, que tenga una crostita y que las migas tengan las burbujas lo más parejas posible”, aclara.
Más info en www.marcelalovegrove.com.ar o al email talleres@marcelalovegrove.com.ar.