El Personal Dakar que no vemos: de la Pelopincho a la solidaridad más increíble.
Desde hoy, Henry von Wartenberg, enviado de Personal, nos irá contando algunas perlitas de su cobertura del Personal Dakar 2011. Por ejemplo, encontrar una pelopincho en medio del bivouac, algo que para cualquier piloto podría parecer una extravagancia, pero que a Edgardo Dris (Volkswagen Amarok #436, foto) le pareció una buena idea para mitigar los treinta y pico de grados que hacían en el hipódromo tucumano. Su Amarok marcha impecable y se rumorea que tuvo algunos contactos con VW para el año entrante y no sería nada raro verlo montado en un auto oficial en un futuro no muy lejano.
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Esta es una carrera donde se ven los grandes gestos. Cada edición tiene los suyos y esta vez le tocó a Robby Gordon por partida doble.
El primer hecho ya es una rareza en si mismo y seguramente quedará grabado en la memoria de sus protagonistas. El Hummer naranja rabioso #303 le pegó con todo éxito a una piedra tamaño meteorito y quedó montado en ella. De nada sirvieron las aceleradas, ya que sus ruedas estaban prácticamente en el aire. Un Fiat 147, también naranja y con el mismo Gordon al volante lo sacó de la incómoda posición a los tirones. Hasta ahí el primer capítulo. Foto de rigor, apreton de manos y la anécdota de por vida para el propietario del Spacio TR Lujo.
Poco más adelante, la transmisión resentida por girar en el aire se rompió y dejó al Hummer fuera de la carrera. ¿Fin de la historia? No. Como si fuera una obra de teatro, acá entra el segundo caballero: el croata Curic Drazen, con el Mitsubishi #412 dio por tierra sus anhelos de lograr una buena posición este año y jaló a los norteamericanos hasta el campamento. La ayuda entre equipos está permitida y así el binomio Gordon/Grider seguiran en carrera, aunque con casi una hora de retraso. Deberan remontar desde el puesto nº47.
Sus mecánicos ya lo esperaban con una caja de cambios nueva.
Al bajarse de los vehículos ambos corredores se dieron un gran abrazo mientras Robby le agradecia el increíble gesto. Incluso llamó a uno de sus colaboradores y lanzó un “How much?” al corredor balcánico, que lo miró riendo y le dijo: “¡No me debes nada! Fue un placer ayudarte!”.
Otro abrazo y un empujoncito más de 4 metros para poner la nave malherida a desarmar, ¡que mañana (por hoy) hay que seguir corriendo!