Hace 73 años nacía la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), creada por el Decreto 10.936 del entonces presidente Juan Domingo Perón. El objetivo era que la Argentina se convirtiera en un país de investigación y desarrollo en torno al uso pacífico y seguro de la energía nuclear. En homenaje a su fundación, cada 31 de marzo también se celebra el Día Nacional de la Energía Atómica.
En pleno siglo XXI, la CNEA sigue siendo un referente mundial en materia de energía nuclear y sus aplicaciones. Actualmente, construye proyectos de vanguardia, como el CAREM, un reactor modular pequeño para producir energía eléctrica; el reactor RA-10, que posicionará a la Argentina como uno de los principales países exportadores de radioisótopos para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades, y el Centro Argentino de Protonterapia, que será el primero de Latinoamérica en ofrecer una terapia de vanguardia contra el cáncer.
El decreto presidencial de aquel 31 de mayo de 1950 explicaba que el Estado no podía desconocer “el progreso de las investigaciones relacionadas con la energía atómica” y subrayaba los potenciales beneficios que podría traer en materia de salud pública y reemplazo de otras fuentes de energía.
Las funciones que se le asignaron a la CNEA fueron las de "coordinar y estimular las investigaciones atómicas realizadas en el país; controlarlas; proponerle al Ejecutivo la adopción de previsiones para la defensa del país y de las personas contra los efectos de la radioactividad atómica, así como medidas para “asegurar el buen uso de la energía atómica en la actividad económica del país: medicina, industrias, transportes, etc.”.
La creación de la CNEA también sirvió para darle un marco administrativo y de seguimiento al proyecto que Ronald Richter desarrollaba en la isla Huemul, ubicada en el lago Nahuel Huapi, en Bariloche. El científico austríaco aseguraba que estaba construyendo un reactor que podría generar energía eléctrica a partir de la fusión nuclear controlada. En 1951, hasta se anunció que se habían logrado “reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica”. En ese mismo año, se creó la Dirección Nacional de Energía Atómica, que tenía como fin entrenar científicos y técnicos locales.
El proyecto de Richter despertaba muchas dudas y, en 1952, la CNEA envió a la isla Huemul una comisión investigadora encabezada por el físico José Antonio Balseiro. El informe fue lapidario: reveló que jamás se había logrado una reacción termonuclear controlada. Las instalaciones fueron clausuradas.
Fue entonces que la CNEA comenzó a tomar vuelo propio: parte del equipamiento del Proyecto Huemul se trasladó a la Planta Nacional de Energía Atómica de Bariloche, creada en 1951 y que después se convertiría en el Centro Atómico Bariloche (CAB). Mientras tanto, Balseiro planificó junto con el físico Enrique Gaviola crear un espacio para formar profesionales en física nuclear. La idea fue presentada a la CNEA y a la Universidad de Cuyo, que más adelante firmaron el convenio que enmarcó la fundación del Instituto Balseiro, en 1955.
En ese mismo año, la CNEA y la Dirección Nacional de Energía Atómica se unieron en una misma institución. Para entonces, en la sede central del organismo ya funcionaba el primer sincrociclotrón de Latinoamérica, un acelerador de partículas que fue utilizado, entre otros, por el grupo de Radioquímica responsable del descubrimiento de 20 radioisótopos.
Los primeros reactores nucleares argentinos
En 1958, se sumó un nuevo hito: fue inaugurado el reactor experimental RA-1, el primero de la región. Fue construido por científicos y especialistas argentinos, muchos de los cuales habían realizado el primer curso de reactores que se dictó en Bariloche. Los elementos combustibles fueron fabricados por el departamento de metalurgia de la CNEA, comandado por Jorge Sabato. El RA-1 aún funciona en el Centro Atómico Constituyentes, también inaugurado hace 65 años.
Casi una década después, en 1967, se sumó el Centro Atómico Ezeiza (CAE), donde opera el RA-3, principal productor de radioisótopos del país. Mientras tanto, en 1982, en el CAB comenzó a funcionar el RA-6, el primer reactor experimental del mundo diseñado para funcionar con uranio de bajo enriquecimiento. Fue construido por la empresa estatal rionegrina INVAP, creada en 1976 a partir de un convenio entre el Gobierno de la provincia de Río Negro y la CNEA.
Actualmente, además, hay otros dos reactores experimentales operativos: el RA-0, en la Universidad Nacional de Córdoba, y el RA-4, en la Universidad Nacional de Rosario. Al mismo tiempo, por medio de INVAP, la Argentina exportó reactores de investigación a Argelia, Perú, Egipto y Australia, y una planta de producción de radioisótopos a la India. También participa en la construcción de otros dos reactores de investigación, uno en Países Bajos y otro en Brasil.
Por otra parte, la CNEA llevó adelante el programa de nucleoelectricidad en la Argentina, a partir del cual se pusieron en funcionamiento las centrales nucleares Atucha I, en 1974; Embalse, en 1984, y Atucha II, en 2014. Entre las tres aportan el 7% del total de la energía eléctrica distribuida por el Sistema Argentino de Interconexión. Desde los años 90, la responsable de operarlas es la empresa Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), conformada por el Ministerio de Economía de la Nación (79%), la CNEA (20%) y Energía Argentina S.A. (ENARSA) (1%).
La Argentina forma parte del reducido grupo de países que domina el ciclo del combustible nuclear, que son los pasos que van desde la búsqueda del mineral de uranio y su preparación para usarlo como combustible en los reactores de investigación y de potencia hasta la disposición final de los residuos radiactivos.
La empresa estatal Dioxitek, creada en 1996 e integrada por la Secretaría de Energía (51%), la CNEA (48%) y el Gobierno de la Provincia de Mendoza (1%), genera polvo de dióxido de uranio y produce fuentes selladas de Cobalto 60. Mientras tanto, los combustibles nucleares se fabrican en CONUAR, una sociedad entre CNEA y el Grupo Pérez Companc, en instalaciones ubicadas en el CAE.
Mientras tanto, la CNEA firmó en estos días un acuerdo con la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería (ENSI) para reactivar la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP), ubicada en Arroyito, en un plazo de 25 meses. De esta forma, se podrá volver a producir este insumo estratégico para el funcionamiento de las centrales nucleares.
Una actualidad que hace honor a la historia
Desde 2014, la CNEA trabaja en el desarrollo del CAREM, un reactor modular pequeño de potencia diseñado en la Argentina. Esta clase de reactores tienen una gran proyección para el abastecimiento eléctrico de zonas alejadas de los grandes centros urbanos o de polos fabriles e industriales con alto consumo de energía. El prototipo está siendo construido en Lima, provincia de Buenos Aires, y podrá generar 32 megavatios eléctricos.
Al mismo tiempo, la CNEA construye en Ezeiza el RA-10, un reactor multipropósito que va a posicionar a la Argentina como uno de los principales exportadores de radioisótopos del mundo. Estos insumos, que son claves para la medicina nuclear, actualmente son producidos en el RA-3, que tiene una capacidad suficiente para cubrir la demanda interna y parte de la internacional de molibdeno 99 e iodo 131.
Además, el RA-10 permitirá desarrollar avanzadas técnicas de investigación útiles en los campos de las ciencias básicas, la salud y la industria, a través del Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones. Se espera que este reactor esté operativo en 2025.
También en 2025 se prevé que estará en pleno funcionamiento el Centro Argentino de Protonterapia (CeArP). En los próximos meses se comenzará a instalar el ciclotrón que generará haces de protones para el tratamiento del cáncer. Esta técnica permite concentrar la entrega de la dosis terapéutica en el volumen tumoral, reduciendo los efectos secundarios sobre tejidos sanos. En este proyecto también participan la Universidad de Buenos Aires y el Instituto de Oncología Angel Roffo.
La CNEA es el organismo responsable de coordinar las actividades del Plan Nacional de Medicina Nuclear, implementado en 2015. Además de investigar las aplicaciones de la tecnología nuclear para la salud, el organismo acompañó la creación de centros de medicina nuclear en distintas provincias del país, como Mendoza, Entre Ríos, Río Negro, Santa Cruz, Formosa y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Además, la CNEA lleva adelante la investigación y aplicación de la tecnología nuclear para usos a nivel industrial, médico, de conservación de alimentos, análisis forenses, control de plagas y desarrollo de celdas y paneles solares espaciales, entre muchos otros proyectos que contribuyen con la soberanía científico-tecnológica del país.
Todo esto es posible gracias a científicos y científicas argentinos, que trabajan con pasión y compromiso. También se debe a que la CNEA se dedica a formar profesionales a través de sus tres institutos: el Balseiro, el Sabato y el Dan Beninson. Allí se dictan carreras de grado y posgrado en Física, Ingeniería, Tecnología Nuclear e Ingeniería en Materiales. Los alumnos reciben un estipendio para que puedan dedicarse exclusivamente al estudio.
Hoy la Comisión Nacional de Energía Atómica sigue apostando al futuro y contribuyendo a su construcción. “Este 31 de mayo, nuestra querida Comisión Nacional de Energía Atómica cumple 73 años", expresa la presidenta de la CNEA Adriana Serquis. "En este día ‒añade‒ queremos celebrar la posibilidad que tenemos de, entre todos y todas y con nuestro esfuerzo cotidiano, poner nuevamente a nuestra institución en un lugar de protagonismo en el sector nuclear, para potenciar el desarrollo de la soberanía energética y de la autonomía tecnológica de nuestra nación”.